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Gente importante

Gilberto Serna

Lo que se sabe es que la frontera norte de México está unida por puentes que parecen tener más agujeros que una madriguera de tuzas, por donde constantemente se introducen a nuestro país cargamentos de diversa índole que tienen como destino las ciudades del interior de nuestra República. Eso es algo que antaño sucedía, a ciencia y paciencia, de nuestras autoridades, en la mayoría de las ocasiones con su auxilio y, en ciertos casos, auspiciadas por los encargados de vigilar, detener y sancionar a contrabandistas de mercancías prohibidas o de importación restringida. A menos que los matuteros sean invisibles, por algún lado penetraban con todo y mercancía. -No hace mucho tiempo las garitas eran verdaderas guaridas de asaltantes que ponían en jaque, no se les iba uno, a inocentes turistas nacionales extorsionándolos con el más fútil de los pretextos-. Tomando en cuenta lo arriba dicho, a nadie extraña ahora que la Policía Federal y elementos del Ejército den la noticia que se han descubierto verdaderos arsenales que de algún modo entraron a territorio mexicano.

A los conocedores de ese corrupto medio causó hilaridad la primera medida que adoptó, no hace mucho, un presidente que acudió a la frontera para exhortar al personal de aduanas, con incontenible verborrea, a comportarse con decencia terminando con las corruptelas que los enriquecían, pretendiendo que bastaba una simple invitación a hacerlo de parte del Jefe de la Nación, para que de ahí en adelante su proceder fuera similar al de un monje cartujo. Alguien que estuvo presente en esa ocasión lo describió así: el personal se formó con actitud marcial, llevando sus mejores prendas, de pie, con las piernas abiertas, los brazos a las espaldas, sin el gesto fiero con el que atendían el paso de los automóviles, contestando a coro, alzando la voz, cuando el Ejecutivo disfrazado de vista aduanal, les hacía un llamado para que en adelante evitaran una conducta socialmente nociva, oyéndose el “sí señor” que como cañonazos se escuchaban de un lado y del otro de la línea. Todos estaban conscientes de que era un evento que perseguía efectos teatrales para dar la impresión que la nueva Administración federal combatiría y acabaría con la corrupción en las oficinas públicas. Luego que terminó el acto cada quien volvió a sus labores, como si nada hubiera pasado: las cosas seguirían igual.

En aquellos años no era raro, a mayor razón si ocurría durante las fiestas navideñas, ver una larga fila de automóviles esperando ser revisados, aclaremos que no había semáforos que seleccionaran con luz verde al que podía traspasar sin que fuera esculcado y luz roja al que era detenido de inmediato exigiéndole abriera sus maletas. Un sujeto que en realidad no pertenecía al cuerpo, de los llamados madrinas, carentes de escrúpulos, hacían el trabajo sucio exigiendo dinero por permitir se continuara adelante o recogiendo mercancía arbitrariamente. Era un empleado que no cobraba en la nómina, teniendo como patrón al aduanal. La ignorancia de qué era permitido ingresar y qué no, daba paso al abuso y a la coacción. No se había imbuido al aduanal una mística de trabajo, pues su arribo era producto de la amistad y/o recomendación de algún político encumbrado y no de una preparación académica; no había aduanales de carrera, por lo que, en muchos casos, había que cubrir a los jefes una cuota con parte de lo obtenido en la tarea, que constituía una autorización que hacía las veces de patente de corso, filibustero o bucanero para asaltar compatriotas.

Esto viene a colación por que el actual administrador general de Aduanas, Juan José Bravo Moisés, en estos días, acaba de hacer el anuncio, en una comparecencia ante la Cámara de Diputados, que en el contrabando de armas de fuego y de droga está relacionada “gente importante” contra la que se girarán órdenes de aprehensión, en el corto plazo, reconociendo que las aduanas son un paso frecuente de artículos perniciosos, que se sustenta en la corrupción, las amenazas o el ofrecimiento económico. Esto recuerda que al principio del sexenio pasado se habló de que en el combate a la corrupción caerían “peces gordos” sin que se hubiera cumplido con la expectativa, considerándose se exageró con fines puramente propagandísticos. Es posible que el administrador de aduanas de ahora esté convencido de que hará su trabajo sin titubeos ni excepciones, pero creemos que la dura realidad, con sus fuertes intereses en juego, prevalecerá aún antes de que Juan José mueva un solo dedo.

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