Con las ganancias que obtienen de la venta de sus dulces, las cuales no son mayores a 50 pesos, los hermanos José y Juan Cruz, logran sobrevivir.
Debajo de una vieja sombra de lámina se encuentra Juan Cruz Ramírez, de 79 años de edad, acompañado de su hermano José, de 70, quien padece de sus facultades mentales y de quien además, ha cuidado desde hace más de 20 años, “desde que mis jefecitos se fueron”, dice.
Chicles, churros con salsa de dos y tres pesos y algunas paletas, es lo que ofrece Juan afuera de su hogar, marcado con el 1778 de la avenida Lázaro Cárdenas de la colonia Plan de Ayala; actividad que asegura, es necesaria para salir adelante, “aunque a veces sale para comer y otras no”, dice.
Originario del ejido San José, del municipio de Nieves, Zacatecas, Juan cuenta que en su tierra se dedicaba a la labor, profesión que ahora sólo ha quedado en sus recuerdos y en aquella ciudad, que tanto añora.
Ahora dedicado a la venta de dulces, cuenta que al llegar a La Laguna acompañado por sus cuatro hermanos y sus padres, Antonio y Virginia, dedicaba su tiempo a una tortillería para ayudar a sus padres.
Recuerda que un buen día, decidió comprar un triciclo, el cual aún conserva a las afueras de su hogar. En él, acompañaba a su padre a vender dulces por las calles, hasta que un día, Antonio, su padre, decidió no hacerlo más.
“Le compré algunos dulces para que los ofreciera en la casa, mientras yo continuaba con la venta por las calles... en ocasiones, me iba a los juegos de beisbol, pues ahí era donde me iba mejor, pues se terminaba todo”, menciona aún con lágrimas en los ojos.
Ahora, una enfermedad en sus pies, que le provoca llagas y le dificulta su caminar, le impidió seguir con su carrera como vendedor.
La mala racha siguió por unos años a Juan y a su hermano, tras la muerte de sus padres, hace ya más de diez años.
Desde entonces, Juan se ha hecho cargo de su hermano menor, “yo me encargo de limpiar la casa, bañarlo, darle de comer, vestirlo, yo le hago de todo”, dice sonriente el hombre de avanzada edad.
El apoyo hasta estos lugares de la ciudad, no llega, cuentan algunas de sus vecinas, quienes como Elvira Alvarado, han solicitado el apoyo del DIF Torreón, sin éxito alguno, “fuimos como unas dos veces, pero nada... ya para qué va uno si no nos hacen caso”, dice la mujer.
Este apoyo que trataron de obtener de las autoridades, se los han brindado sus vecinas, así como el resto de sus hermanos, quienes en ocasiones los visitan para saber cómo se encuentran de salud, “a veces me traen las medicinas, cuando una de mis sobrinas nos revisa nuestros pies”, dice.
Más que dinero o atención médica, lo único que Juan Cruz pide a las autoridades “es que me apoyen con más láminas para mi techo, pues en tiempo de lluvia no puede uno ni salir”, lo cual es necesario para ellos, pues de los pocos ingresos que obtienen con sus ventas, es como han sobrevivido en la última década.
“Si me llevaran a un hospital o a mi hermano, no se qué sería de nosotros”, comenta Juan, quien dedicó gran parte de su vida a los cuidados de sus padres y ahora, al de su hermano menor José.
Llegue o no el apoyo para estos hermanos, continuarán ofreciendo sus dulces a las afueras de su hogar, debajo de aquella vieja sombra, soportando el dolor que les causan las llagas que han aparecido en las plantas de sus pies.