La alegría que causa a los integrantes de Greenpeace en México cumplir quince años de actividades en nuestro país no puede ser completa porque hace un año, el 15 de mayo de 2007 fue asesinado un defensor de bosques de cuyo trabajo (y el de su familia) la organización ambientalista se había hecho corresponsable. No sólo es grave el que Aldo Zamora haya perdido la vida sino que dos de sus asesinos, después de tan largo tiempo transcurrido, siguen en libertad.
Y ya sabemos que la impunidad es el mejor caldo de cultivo para nuevas agresiones, sobre todo cuando la falta de castigo proviene de poderosos intereses económicos y políticos. Greenpeace nació el 15 de septiembre de 1971 cuando el barco Phillys Wormack zarpó de Vancouver hacia Alaska para estorbar las pruebas nucleares que el Gobierno de Washington iniciaría en Amchitka, en Alaska. A partir de ese momento, la naciente agrupación combinó audacia e inteligencia en la expresión de su protesta.
A las formas novedosas de resistencia civil que ha desarrollado Greenpeace y sus sorprendentes actos de presencia en todo el mundo se han agregado la solidez de una agrupación profesional sostenida por donantes que aseguran su independencia y una capacidad de generar y difundir conocimiento sobre el medio ambiente que ha suscitado poderosas corrientes de opinión pública en todo el mundo.
La oficina mexicana de Greepeace en México se abrió el 14 de mayo de 1993. Su debut consistió en colocar a la estatua de la Diana Cazadora en el Paseo de la Reforma una mascarilla y dotarla de tanques de oxígeno que denotaran el agobio que la contaminación ambiental producía a los habitantes de la Ciudad de México. En ese mismo año la naciente organización pudo impedir que llegaran a San Luis Potosí 530 toneladas de desechos tóxicos procedentes del Reino Unido y desde entonces sus acciones se han multiplicado y diversificado.
Actualmente la organización ambientalista desarrolla programas en torno a la energía y el cambio climático; la agricultura sustentable y los transgénicos, bosques y selvas, tóxicos, océanos y consumidores.
Del equipo inicial compuesto por ocho personas Greenpeace ha pasado a contar con una plantilla de cincuenta profesionales en la Ciudad de México, y ocho grupos de cooperantes locales en Aguascalientes, Cuernavaca, Chihuahua, Guadalajara, León, Monterrey, Puebla y Querétaro. Se sostiene con donativos de unas treinta mil personas que en promedio aportan cien pesos cada una, mensualmente. La mayor parte de mujeres (51.5 por ciento del total) y 70 por ciento vive en la Ciudad de México. De entre las muchas iniciativas y proyectos en que ha participado Greenpeace en sus tres lustros de presencia mexicana sobresale por muchos motivos su programa relacionado con bosques y selvas. Ha puesto especial empe ño en la protección del corredor AjuscoChichinautzin, un bosque de agua del que se beneficia la gran aglomeración urbana constituida por el Distrito Federal y sus conurbaciones.
El bosque de agua es un valor ambiental en sí mismo pues allí se aloja el dos por ciento de la biodiversidad mundial. Es una zona en riesgo permanente pues la tala ilegal e irracional pone en jaque al equilibrio ambiental. Contra esa actividad Greepeace ha blandido varios instrumentos, como pugnar por que el delito de derribar árboles sin autorización sea considerado grave en el código penal mexiquense como conseguir que las compras gubernamentales de madera se hagan sólo a partir de que los proveedores muestren la legalidad de su producto.
Entre otras razones como ésas, los activistas de Greepeace apoyaron la lucha de comuneros de la laguna de Zempoala que luchan en defensa de sus bosques. Los ha encabezado durante largo tiempo el señor Ildefonso Zamora, quien transmitió a su hijos Misael y Aldo la conciencia de deben proteger su riqueza forestal no sólo como patrimonio propio sino por sus funciones en el equilibrio ambiental. Valiente, el señor Zamora ha enfrentado la ira de talamontes que se ufanan de contar con apoyos de autoridades locales y estatales. Por desgracia, esa condición se ha comprobado no sólo porque no cesa el ataque contra los bosques sino porque los muchachos de Ildefonso Zamora, Aldo y Misael, fueron agredidos a balazos hace un año, y Aldo, de sólo 21 años, murió inmediatamente.
A pesar de que los agresores fueron plenamente identificados, sólo dos de ellos han sido aprehendidos, con demora que fue también la causa de que dos más huyeran. El 14 de julio del año pasado el presidente Felipe Calderón se comprometió a pugnar por el castigo a los responsables, pero luego dirigió a Greenpeace una carta en que lament ó no poder intervenir porque el homicidio es un delito del fuero común.
Según el balance de la directora de la oficina mexicana de Greenpeace, Patricia Arendar, su tarea se resume en tres verbos, cuestionar, actuar y proponer: Cuestionamos lo que está mal: las malas leyes, los proyectos contaminantes, las autorizaciones ilegales, la irresponsabilidad y los conflictos de interés de los tomadores de decisiones, la impunidad. Actuamos para colocar los temas ambientales en la agenda pública, lo mismo entre la ciudadan ía y los medios de comunicación que en los congresos y las instancias de Gobierno de todos los niveles Proponemos soluciones ambientalmente viables y socialmente justas, porque la protección del medio ambiente está directamente vinculada con el modelo de desarrollo, la aguda desigualdad y los hábitos de consumo.