En el juego que sostuvo recientemente el equipo América contra la Liga Deportiva Universitaria de Quito, hubo un punta por derecha de color seriesón que trajo a los defensores águilas a mal traer durante todo el encuentro. Era evidente que no sabían cómo entrarle, pararlo, ni si se trataba de ser humano de carne y hueso, entidad metafísica o encarnación de los fantasmas de Brailovsky y de Romano.
Aunque, viéndolo bien, era de esperarse. Con el nombre que se carga el angelito, lo menos que puede uno esperar es mucho olor a pólvora. El susodicho se llama Joffre Guerrón. Con ese apelativo, el tipo debe de sudar balas.
Lo que me sorprendió es que sus padres hayan decidido bautizarlo con el nombre de Joseph Joffre, taciturno Mariscal de la Francia en los oscuros días del inicio de la Primera Guerra Mundial. Cuando los alemanes se hallaban a cincuenta kilómetros de París y todo el mando aliado andaba como gallinas despescuezadas, Joffre se mantuvo impasible. Algunos pensaban que estaba drogado. Pero no. Simplemente estaba esperando una oportunidad. Y según la leyenda, cuando ésta se presentó, pronunció sus célebres palabras: “Mi flanco está rodeado, mi centro está cediendo; perfecta posición: mañana atacaré”. Y así fue. Y se salvó París.
Eso de ponerles nombre de militares a los niños para que vuelvan unos leones no siempre es aconsejable. Ya ven lo que pasó con Napito Gómez Urrutia, que ha resultado todo un conquistador, pero sólo de dineros ajenos. De cualquier forma, hay quien piensa que nombre es destino; y eso es más común en Sudamérica que aquí. Así, cuando el América se enfrentó al Santos de Brasil, había un par de tipos llamados Kléber… como uno de los mariscales favoritos de Napoleón. Y vaya que dieron batalla. Como recordarán los más veteranos de mis amigos cómo jugó en México un brasileño llamado Ney Blanco… el nombre de “el más bravo de los bravos”, el que dirigiera en Waterloo una de las cargas de caballería más desastrosas de la historia. Sí, ser bravo no quita lo atrabancado. Más bien al contrario.
Un poco más atrás en el tiempo, hubo aquí un goleador, de nuevo brasileño, llamado Amaury Epaminondas, como el líder de la Falange Eterna de Tebas. Como que a ésos sí les pegó el nombre. No como a uno o dos jugadores centroamericanos que creo recordar se llamaban Rommel, nombre más apto, creo yo, para jugar voleibol playero. Digo, si de arena se trata…
Total, que cada quién se arma como puede para el juego de la vida. No hay peor lucha que la que no se hace. Ah, y recuerden: festejar no significa destruir la ciudad. No tiene que ver una cosa con la otra. Digo, hay que recordárselo a algunos paisanos.