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Guerrilla y progreso nacional

Julio Faesler

Las secuelas de la destrucción del campamento de las FARC por las Fuerzas Armadas colombianas en la zona fronteriza de Ecuador, comienzan a desmadejar todas sus complejas implicaciones.

Aunque lo quisiéramos, los abrazos que se intercambiaron los presidentes de Colombia, Ecuador y Venezuela en Santo Domingo, durante la Reunión del Grupo de Río, no marcaron el fin de un peligroso conflicto militar en ciernes, sino por el contrario, el relanzamiento de un proceso de revelaciones que destaparán la realidad de una peligrosa trama que existe en América Latina y que enlaza guerrillas con el narcotráfico. Ahora se añade el ingrediente que aporta el presidente Hugo Chávez de Venezuela, obsesionado en usar su riqueza petrolera para extender por todo el continente su peculiar marca de socialismo que bautiza como “bolivariano”.

Ya son muchas las noticias que van integrándose para que en su conjunto podamos reconocer una red que articula el comercio de drogas y de armas para financiar las actividades guerrilleras. Este abasto de dinero hace posible que la guerrilla pueda enfrentar a las Fuerzas Armadas de los gobiernos con el armamento más avanzado. Se cree que la información que encontrara la INTERPOL en la computadora que perteneció a “Raúl Reyes”, segundo en mando de las FARC, muerto en el ataque del Ejército de Colombia, contiene nombres y datos detallados de los lazos de la FARC.

Desde hace mucho tiempo se sabe de las relaciones de la FARC en México difundiendo sus proclamas y reclutando adeptos. De acuerdo a información aparecida en El Universal, el diputado Ricardo Cantú del Partido del Trabajo, señaló que dirigentes de ese partido han estado en campamentos de las FARC y que el PT mantiene una activa comunicación con miembros de ese movimiento. Incluso los han invitado a un foro de trabajo esta semana al que asistirán líderes de otras organizaciones como el Partido Comunista chino y el Ejército de Liberación Nacional.

Las tesis revolucionarias de las FARC expresan el ala extrema de la izquierda y encuentran fácil arraigo en los sectores que están sinceramente preocupados por remediar condiciones de pobreza y marginación en nuestros países. Ese soporte se encuentra frecuentemente entre universitarios y luchadores sociales.

En el campamento de las FARC, uno de los ocho que se dice que existen en territorio ecuatoriano para abrigar sus contingentes de batalla, se encontraban jóvenes mexicanos algunos de los cuales murieron en el operativo colombiano. La explicación que se dio fue el haber asistido días antes a cursos de sociología y política impartidos en Ecuador. El periódico Reforma, consigna, sin embargo, que Juan González del Castillo, uno de los mexicanos muertos en Ecuador por el Ejército colombiano, en una entrevista de hace cuatro años, se reconoció como miembro del núcleo mexicano de las FARC.

El hecho de que la guerrilla de izquierda ejerza una fascinación en universitarios de izquierda no es tan grave como el que, pese a la experiencia, todavía persista la convicción de que la forma adecuada de promover el desarrollo económico y social de un país es por la vía del derrocamiento de gobiernos valiéndose de la violencia y de actos de terrorismo para infundir miedo en la población.

Sobran casos en América Latina y en el resto del mundo que confirman que el poder conquistado con el fusil no lleva ni a la equidad social, ni mucho menos a la prosperidad. El resultado más frecuente ha sido el de los regímenes autoritarios que, tras de usurpar el Gobierno, muchas veces arrebatándolo por la fuerza de movimientos genuinamente populares, instauran dictaduras fincadas con todo su aparato de partido oficial y que con el pretexto de instalar un sistema de igualdad y justicia se dedican a encarcelar y expropiar. El costo que pagan los pueblos por los servicios sociales de salud y educación que en los casos de mejor suerte se instalan, es una vida de privación no sólo de libertades personales y derechos humanos, sino además de una deprimente pobreza general.

La ruta hacia el progreso en la dignidad pasa por el ejercicio cívico en el marco de instituciones democráticas que aseguren la libertad en la elección de los gobernantes. El que aún los regímenes más arbitrarios pretendan justificarse en proclamar supuestas formalidades electorales, demuestra que la democracia es el paradigma político supremo que hay que alcanzar.

Nuestro país no vive una dictadura opresora y oprobiosa que justifique acciones de reivindicaciones guerrilleras. Estamos, empero, expuestos a que el reclamo popular por mejores niveles de vida se traduzca en acciones violentas. Las hemos vivido en el pasado y no es el tiempo de repetirlas.

La conquista de niveles superiores de vida en términos de prosperidad equilibrada pasa necesariamente por prolongados esfuerzos educativos que abocan en la generalizada fuerza productiva que genera el bienestar social. Por ello, las fórmulas guerrilleras que luego engendran regímenes de dictadura destruyen los mismos objetivos que proclaman procurar.

Coyoacán, marzo, 2008.

juliofelipefaesler@yahoo.com

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