El Canal 22 les rinde en este mes un homenaje a ambos artistas con la proyección de algunas películas de cada uno. (Fotografías de Agencia Reforma)
Reviven Pinal y Ripstein episodios que vivieron juntos, como cuando Silvia no quiso fotografiarse con Marylin Monroe.
Los dos estuvieron presentes en el set de una de las películas más importantes del cine mexicano, El Ángel Exterminador, aunque nunca trabajaron juntos.
Ella, Silvia Pinal, una actriz ya reconocida en ese año de 1962, tras haber ganado la Palma de Oro en Cannes por Viridiana un año antes, era la protagonista y productora del nuevo filme de Luis Buñuel.
Él, Arturo Ripstein, un joven de 18 años que anhelaba aprender los secretos del cine, había conseguido ver el rodaje “desde la orillita”, como se lo ordenó Buñuel, gracias a que desde niño había pisado los foros de los Estudios Churubusco, donde su padre, el afamado productor Alfredo Ripstein, lo llevaba con la condición de que sacara buenas calificaciones y se portara bien.
Ahora, 46 años después, ambos se reencuentran en la Fábrica de Sueños (como llaman a los Churubusco quienes han trabajado ahí), ríen al recordar las anécdotas de ese rodaje, reconocen el talento del cineasta español y lamentan que hasta ahora no se haya dado un proyecto para la pantalla (grande o chica) que los una como director y actriz.
En una conversación, en el marco del homenaje que el Canal 22 les rinde en este mes con la proyección de algunas películas de cada uno, la pareja no sólo revivió la primera impresión que tenían uno del otro, sino que dan cuenta de cómo su pasión por el quehacer fílmico ha tenido importantes cruces en sus vidas.
“Conocí a Arturo Ripstein desde niño. Ahí andaba en los foros un joven alegre, simpático, que corría y jugaba, pero sobre todo platicaba. Le teníamos confianza porque lo veíamos como un chamaco al que le gustaba mucho el cine”, recuerda Pinal, quien el próximo año celebrará seis décadas de trayectoria en el cine mexicano.
Ripstein no tiene claro el primer momento en que vio a Pinal en los Churubusco, pero sí recuerda que la admiraba como la gran actriz que ya era en los 60, década en la que filmó las tres películas que protagonizó bajo la dirección de Luis Buñuel (Viridiana, El Ángel Exterminador y Simón del Desierto).
“Yo tenía el privilegio de ir a los Estudios porque mi papá (Alfredo Ripstein) era de los productores más importantes de esa época. Cuando me portaba mal o sacaba malas calificaciones mi castigo era no llevarme, eso me dolía mucho porque ahí conocía a todos los grandes actores”, rememora el cineasta que cumple 42 años de trabajo tras la cámara.
Y es que Ripstein tenía claro que quería hacer películas, pero no sabía cómo, porque en ese entonces no había escuelas de cine. La única manera, cuenta, era ver cinta tras cinta y leer sobre ellas.
“Yo tenía el privilegio de estar en los foros y ver cómo se hacia, de qué se trataba. Le pedí permiso a una bola de directores para estar a un ‘ladito’, a Chano Urueta (El Espejo de la Bruja, El Barón del Terror), a Rogelio A. González (El Esqueleto de la Señora Morales, La Valentina).
“Lo mismo pasó con Buñuel en El Ángel..., la leyenda negra dice que fui su asistente, pero no es cierto porque yo tenía 18 años y el sindicato no permitía ni siquiera que me acercara, así que me paraba en la orilla y le preguntaba a todo el que se dejara, incluyendo a Buñuel”, afirma.
Buñuel, recuerda, tenía fama de no ser generoso, pero con Ripstein se portó de maravilla.
“Sí, sí, fue muy generoso conmigo, me permitió estar cerca y preguntarle cualquier cosa, quizá porque sabía que yo no tenía interés en un cine comercial, como el que estaban haciendo todos en ese momento”.
De entrada, Ripstein enfatiza que fue Silvia Pinal la que tuvo la iniciativa de filmar con Buñuel. Quiere que quede bien claro. Porque, dice, poca gente sabe que ella convenció a su esposo de ese entonces, Gustavo Alatriste, para que le ayudara a producir una película que dirigiría Buñuel. La pareja viajó hasta España para hacerle la propuesta al realizador aragonés.
“Es verdad”, resalta Pinal, “qué bueno que lo dices porque siempre lo digo yo y se oye mal, pero efectivamente fui yo quien le pidió a don Luis hacer una película. Él nos preguntaba a mí y a Gustavo por qué queríamos hacer una película con él si no daba ni un centavo en taquilla, sabía que no era un director comercial”.
“Sí, sí”, insiste Ripstein, “estas películas nunca hubieran existido de no ser por Silvia. Ella era una joven actriz de gran importancia, que de pronto decide que quiere hacer películas que vayan más allá. Ella merece todos los lauros. Claro, Buñuel es un gran cineasta, un gran artista a la altura de los pintores y escultores del Siglo 20”.
Recuerdan que aunque Buñuel ni siquiera sabía qué clase de película podría hacer con Silvia, aceptó el reto y hasta vio un par de filmes que había hecho Pinal años atrás (Un Extraño en la Escalera y Maribel y la Extraña Familia).
La películas le gustaron y aceptó. La responsabilidad y la presión para Pinal aumentaron entonces, pues, como productor, Alatriste sólo se limitó a poner el dinero y delegó en su esposa los asuntos creativos.
La charla entre el director y la actriz es ágil, sus anécdotas los hacen sonreír. Y Pinal hasta explica por qué no quiso tomarse una fotografía con Marilyn Monroe.
“Estábamos filmando El Ángel Exterminador y ella llegó para conocer a Buñuel y a Gabriel Figueroa. La llevaron al foro, todas las mujeres estábamos desgreñadas, sin pintura, mugrosas, porque nos ponían miel con tierra para sentirnos incómodas. De pronto, llega aquella cosita preciosa, casi desnuda, con su vestidito. Se ponen don Gabriel y don Luis y me dicen: ‘Venga, venga, a la foto’, pero ninguno de nosotros quiso fotografiarse porque era absurda la diferencia”, narra Pinal entre risas.
“Yo sí quise retratarme, pero no me dejaron”, añade Ripstein también con una sonrisa.
Ven complicado el futuro del cine nacional
Ahora mismo, Ripstein dice que no tiene un proyecto para trabajar con Pinal, pero tampoco para sí mismo, pues las condiciones del cine nacional son complicadas.
Y aprovecha para hacer una crítica al cine mexicano, del cual, afirma, ya no tiene identidad, pues sólo hay esfuerzos dispersos, de los cuales en particular le agradan los de Carlos Reygadas (Japón, Batalla en el Cielo y Luz Silenciosa) y Marcel Sisniega (Libre de Culpas, Una de Dos).
“Para los nuevos cineastas el cine comienza con Tarantino y atrocidades semejantes. Creo que tenemos una serie de autores que van a llevar el estandarte del cine mexicano, como Reygadas y Sisniega, porque (Alfonso) Cuarón, (Guillermo) Del Toro e Iñárritu hacen cine americano, es gente de indiscutible talento, eso sí, pero no hay películas mexicanas con Brad Pitt”, sentencia Ripstein.
Pinal lo secunda: “Es verdad, el cine de hoy me gusta porque ha tenido buen resultado con la crítica, con el público, pero me gustaría que hicieran otras historias menos sórdidas”.
Entre el cine mexicano que debería revalorizarse, según Ripstein, destacan aquellas comedias como El Inocente, que protagonizara Pinal con Pedro Infante.
“De las mejores películas que hizo Silvia, además de El Ángel..., son sus comedias, son absolutamente deliciosas, muy sabrosas, ese cine sí se vuelve a ver, no sólo está espléndidamente construido, sino que es aleccionador. Hay que hacer una revisión de esas películas que en algún momento fueron vistas con ligereza”, opina.
Pinal agradece y devuelve el piropo: “Mi película favorita de Arturo es Principio y Fin, porque aunque era larga para la época, estaba bien escrita, dirigida y actuada. Además le dio la Concha de Oro en San Sebastián. Yo fui parte del jurado y me peleaba para que le dieran el premio, no porque fuera mexicana, sino porque era la mejor”.