Un tema focalizado como prioritario en sus agendas por numerosos medios informativos del mundo occidental en los últimos días, es el de una posible hambruna globalizada que se pudiera dejar sentir inminentemente.
En ocasiones ese mismo énfasis informativo puesto en un tema, produce a fin de cuentas el efecto concreto que pareciera ser predicho en esa focalización enfática informativa. Sucede por ejemplo cuando diversos medios comienzan a especular sobre la inminente devaluación de una moneda. Esa especulación provoca una crisis nerviosa con cambios de pánico e irracionales de divisas, con lo que comenzó siendo una especulación, acaba siendo efectivamente una noticia confirmada.
En el caso que nos ocupa, se han efectuado a raíz de esta información generalizada, compras de alarma y también tramposas compras especulativas de granos, sobre todo de arroz, por parte de acaparadores inmorales, con lo que efectivamente ha existido desabasto de alimentos en determinados países.
Pero independientemente de este hecho objetivo, existen otros que también nos permiten avizorar tiempos poco tranquilos en lo referente a la autosuficiencia alimentaria mundial factor éste que por supuesto afecta de manera directísima a los más pobres.
De acuerdo con el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola, por cada uno por ciento que aumenten los precios de los alimentos, 16 millones de personas se incorporarán a los 600 millones de seres humanos que padecen hambre crónica.
Aunque por otra parte tenemos que ver cómo uno de los elementos que explican el hecho de que aparentemente los alimentos que se producen en todo el orbe no alcancen para alimentar bien a todos los seres humanos contemporáneos se debe a que la demanda ha crecido realmente, porque millones de personas que antes padecían hambre crónica, han mejorado sustancialmente su nivel de vida.
Un ejemplo lo tenemos en los crecimientos sostenidos por economías como las de China e India, que en conjunto concentran un tercio de la población del planeta y que explican en parte la aseveración anterior respecto de la integración de grandes grupos humanos antes irremediablemente subalimentados, a niveles cada vez más decorosos de nutrientes.
El dispendio alimentario que se da en las grandes potencias europeas y norteamericanas y que provoca que uno de los grandes problemas de salud sea el sobrepeso de muchos de sus ciudadanos, no deja de ser otra razón objetiva adicional que se inscribe no en la insuficiencia de la tierra en alimentar a sus habitantes sino en la injusta repartición de esos alimentos entre unos gordos sobrealimentados y muchos pobres famélicos.
Otra razón muy actual se refiere al incremento acelerado en los precios del petróleo que afecta directamente a los costos de transporte de alimentos, los combustibles para la producción agrícola y los fertilizantes.
También el hecho de que mucha de la producción de maíz o azúcar se dedique a la producción de biocombustibles es una causa por demás esgrimida en estos momentos por algunos medios, aunque al parecer su repercusión no es en realidad tan determinante como muchos agoreros anuncian.