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Hay tiempo para todo

Addenda

Germán Froto y Madariaga

Siempre por motivos diversos, suele uno colocarse en situaciones de cierta angustia e incertidumbre. Cuando eso me sucede, sin pensarlo dos veces recurro a la poesía.

La poesía es el fuego divino que purifica el alma y nos brinda sosiego, al tiempo que nos clarifica la mente.

En lo personal, acostumbre leer y releer lo mismo a Sabines, que a Benedetti o a Neruda. Esta vez se sumergí en las claras aguas de la poesía del creador del magnífico “Canto General”, centrando mi atención en otro excelente poema intitulado: “Prohibido”.

Bordaré sobre algunos de sus párrafos para compartir con ustedes, ciertas reflexiones.

“”Queda prohibido no buscar tu felicidad; no vivir tu vida con una actitud positiva; no pensar en que podemos ser mejores; no sentir que sin ti, este mundo no sería igual”.

Nuestro tránsito por la vida es una búsqueda permanente de la felicidad. Para lograrlo excogitamos ciertos medios que sentimos nos pueden conducir a ella. Pero más importante que buscar la felicidad, es percatarnos cuando la hemos encontrado.

Porque a veces la vida nos regala todo para ser felices y nosotros seguimos buscando algo más; y por estar buscando ese algo más, dejamos de ser felices con lo que tenemos.

La actitud positiva siempre es determinante para hacer ese recorrido de la vida con alegría y disfrute. Como en el poema de Itaca, de Kabafi, lo interesente no es llegar al punto de destino, sino todo lo que vamos aprendiendo y descubriendo en el camino.

En otra parte dice Neruda: “Queda prohibido no sonreír a los problemas; no luchar por lo que quieres; abandonar todo por miedo; no convertir en realidad tus sueños”.

Cuántas veces nos dejamos abatir por los problemas, sin advertir que son oportunidades de superación que la vida nos regala. Cuántas más desistimos de luchar por lo que queremos, porque la lucha se nos hace ardua. Cuántas otras abandonamos esa lucha por miedo y renunciamos a nuestros sueños, perdiendo la oportunidad de convertirlos en realidades.

Como en “el hombre de la armadura oxidada”, hay momentos en que nos negamos a abrir la última puerta por temor a lo que podamos encontrar detrás de ella y nos perdemos de la dicha de un gran regalo. Quizá, del camino que nos conduce a la felicidad.

“Queda prohibido echar a alguien de menos sin alegrarte, olvidar sus ojos, su risa, todo porque sus caminos han dejado de abrazarse; olvidar su pasado y pagarlo con su presente”:

Cuántos afectos, entrañables, hemos dejado de lado en el camino o nos han abandonado. Pero no por ello, podemos olvidar los muchos momentos de felicidad que nos prodigaron. Unos ojos hermosos y una fresca risa siempre deben ser motivo de alegría para quien tuvo el placer de disfrutarlos.

“Queda prohibido no crear tu historia; no tener un momento para la gente que te necesita; no comprender que lo que la vida te da, también te lo quita”.

Cada uno va creando su propia historia y de uno depende el que sea una historia maravillosa o amarga. Siempre hay que tener un momento para la gente que nos necesita, porque a veces tan sólo necesitan de nosotros que los escuchemos.

No tenemos por qué pasarnos la vida lamentándonos por lo que hemos perdido. Antes al contrario, debemos alegrarnos de que nos haya sucedido a nosotros, de haber podido disfrutar de aquello.

“Queda prohibido llorar sin aprender; levantarte un día sin saber qué hacer; tener miedo a los recuerdos”.

Es imposible no caer en el camino, pero lo importante es la rapidez con la que te levantes. De qué nos sirve sentarnos a la vera del camino a llorar por lo que nos sucedió, si no somos capaces de aprender la lección que aquella caída nos deja. Todas son lecciones en esta vida y debemos tener la suficiente capacidad como para extraer de ellas una lección.

Ya no se diga de temerle a los recuerdos, si ellos son el alimento de nuestra alma. La memoria es uno de los grandes regalos de Dios, de otra suerte, si no existiera, todos los días comenzaríamos de cero.

Así es la poesía. Vivificante y aleccionadora. Sobre todo cuando proviene de personas que saben menear la pluma en forma magistral. Basta con leer un poco de ella, para sentirnos reconfortados y poder continuar la marcha.

Por lo demás, “Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano”:

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