En el tiempo en que un servidor radicó en Canadá, hará unos cinco o seis años, se suscitó por allá un caso particularmente extraño, que provocó un gran debate en la sociedad canadiense. Sociedad que se precia de su profundo respeto a las diferencias étnicas, lingüísticas y religiosas de los diversos grupos que la conforman.
Resulta que una niña pequeña tenía una enfermedad de la sangre que, para su tratamiento, requería de transfusiones. El problema es que la familia de la niña eran miembros de la comunidad de los Testigos de Jehová, quienes tienen prohibido recibir sangre de otra persona. Así pues, por motivos religiosos, las transfusiones no podían realizarse… y la niña iba a morir. El Gobierno provincial (no recuerdo si de Ontario o Manitoba) intervino, metió una demanda y obtuvo una orden judicial para efectuar las transfusiones a la fuerza, quisiera o no la familia.
El debate, por supuesto, tenía que ver con los límites entre lo religioso, lo médico y lo legal. Debate que a mucha gente le parecerá ocioso, pero que en el Siglo XXI algo me dice que se va a dar con cierta frecuencia. Quienes pensaban que había desaparecido la injerencia de la religión en el ámbito científico, deberían pensárselo dos veces.
Hace unos días, el sindicato de médicos egipcios emitió una serie de protocolos para la práctica de la medicina en el país de las pirámides. Entre ellos se encuentra la prohibición de que un musulmán done sus órganos para trasplante a un cristiano, y viceversa.
¿Cuál es la lógica de semejante medida? Según los del sindicato médico, que se dice dominado por grupos islámicos extremistas, es para evitar que cristianos ricos engatusen a musulmanes pobres (e ignorantes) y les compren sus órganos.
Por supuesto, uno podría pensar que un rico de cualquier religión puede hacer lo mismo con un pobre de cualquier credo. Así que andar especificando quiénes sí y quiénes no pueden donar y recibir, suena a dictado religioso, más que científico o legal.
Lo mismo opinaron algunas personalidades egipcias de ambas religiones. Líderes cristianos coptos y musulmanes acusaron al sindicato médico de fomentar la disensión y las fricciones entre los miembros de ambas creencias… lo que, en buen castellano, se dice echarle gasolina al fuego.
Los cristianos coptos constituyen el 10% de la población de Egipto: la comunidad cristiana más antigua. Y aunque ha sobrevivido desde el siglo VII en un entorno básicamente musulmán, a últimos tiempos las cosas se han venido poniendo más difíciles. ¿La causa? Que los extremistas musulmanes han hecho blanco de sus ataques a los coptos. Ya sabemos lo que creen esas gentes de los que no creen lo que ellos…
Y en ese contexto, ciertamente el sindicato médico no está ayudando a aligerar las tensiones. La religión, una vez más, demostrando su capacidad disruptiva en un mundo que, hasta hace poco, creyó que podía prescindir de ella. Craso error.