Como ya habíamos comentado anteriormente, la inteligencia de un político se denota cuando se rodea de gente más inteligente que él, o con la experiencia y los callos que dejan los años y las luchas en el campo de batalla de que se trate. Y en ese sentido, el presidente electo de los Estados Unidos Barack Obama está caminando por una buena senda.
Empezando porque consiguió un golpe propagandístico maestro al anunciar que su próxima secretaria de Estado, tradicionalmente la posición más alta en el Gabinete, será Hillary Rodham Clinton, su antigua rival por la candidatura demócrata.
Por supuesto, desde hacía tiempo se oían rumores sobre el nombramiento de Hilaria; y había de todo como en botica: que si prefería seguir en el Senado, que si no le gustaría estar a la sombra de otro presidente, que si tendría la experiencia para manejar las relaciones internacionales norteamericanas en tiempos procelosos. El caso es que aceptó la Cancillería, y dejó con un palmo de narices a quienes desearían que el Partido Demócrata se fracturara por heridas todavía no cerradas.
En todo caso, el nombramiento plantea una serie de cuestiones: ¿Podrá Hillary con el paquete? Sus antecesoras en el puesto (en especial Madeleine Albright y Condoleezza Rice) desarrollaron sus carreras a lo largo de décadas, en los campos de la diplomacia y la seguridad nacional, en tanto que Hillary no ha tenido una trayectoria muy notable que digamos en el campo de las relaciones internacionales. Claro que otros secretarios de Estado recientes tampoco cantaban mal las rancheras, como los exmilitares Alexander Haig y Collin Powell. Y como quiera, el haber estado en la Casa Blanca durante ocho años, así haya sido como cónyuge del casquivano Bill; y sus andanzas trasatlánticas siendo senadora por Nueva York, pueden haberle dado una embarradita suficiente para hacerse cargo de tan sensible puesto.
Una segunda pregunta tiene que ver con las futuras miras de una mujer conocida, precisamente, por su ambición. La posición de secretario de Estado es de gran desgaste, y generalmente funciona como pararrayos para el presidente… y la chamba del pararrayos es terminar achicharrado. Además, en caso de que Obama se reelija, Hillary tendría 69 años en 2016… quizá demasiados para contender por una silla que creía tener al alcance de la mano hace apenas once meses.
Así pues, será interesante ver cómo se desempeña esta mujer excepcional (excepcional por las mejores y las peores razones) en una posición tan expuesta; aunque si algo hay que reconocerle a Hillary, es que no le saca a los cocolazos. Oh no, eso sí que no.