Centro de Desarrollo para Personas Ciegas y de Visión Baja
“¡Hola!... ¿y tú cómo te llamas?”. Así empieza Manuel de siete años una conversación cuando siente que alguien se acerca a él. Hoy empiezo de esta manera, a propósito del Día del Amor y la Amistad, porque es así que niños como Manuel inician haciendo amigos. A todos los pequeños, muchas veces la vista los “corta”, ya que esperan a que alguien les “voltee a ver” para entablar una conversación, o si ven que alguien les “miró feo”, ya no se dirigen a ese compañero, y más aún, les da pena pararse delante de un público por lo que implica tener todas las miradas puestas en él. En cambio, niños como Manuel no tienen que esperar a sentir un ambiente favorable para ello. Ellos la propician, y está en el receptor continuar la conversación para transformarla en una amistad duradera. Es aquí donde me quiero detener, ya que es desde pequeño que, guiado por sus padres o maestros, Manolo ha aprendido a hacer amigos, a ir negociando para jugar a lo que le gusta a cada uno. Aprende a compartir y vencer lo mucho que les cuesta desprenderse de su juguete favorito. A ser tolerante y paciente. A perdonar y reconocer cuando se equivoca. A ser perseverante cuando le enseña un amigo a andar en bicicleta o le regala patines. Ha sido de sus amigos de los que ha aprendido de manera natural las reglas para poder estar dentro de cualquier atmósfera de convivencia, pues le enseñan a jugar en equipo, a ponerse de acuerdo, a tener iniciativa, a respetar el turno del otro, a soñar, a imaginar, a actuar el juego más extraordinario y a motivarse entre ellos si algo estuvo genial. Ahora veo cómo él y sus amigos han aprendido a convivir a pesar de sus diferencias y que ha sido una serie de valores lo que ha fortalecido su amistad y que con el tiempo podrá llegar a ser para toda la vida.
Una amistad resiliente
A propósito de lo anterior, quiero compartir con ustedes que los amigos también pueden ayudar siendo resilientes, pues tienen el atributo y habilidad para ayudar a afrontar adecuadamente situaciones difíciles. Y puede ser por medio de palabras simples y pequeños detalles que la discapacidad pasará inadvertida, importante para fortalecer el carácter y personalidad de cualquier niño con discapacidad visual, auditiva o motora y que se sumarán a su franqueza por lo natural que toman la vida. A niños como Manuel, con visión baja, no les importa si está vestido un amigo de tal o cual manera, no va a apreciar su amistad si le da o no una pegatina de moda, o si el amigo se pone tal o cual marca de ropa. Un ejemplo de esto que te quiero compartir son dos tarjetas que le escribieron sus compañeros a Manuel para expresarle su amistad. Por dos años le han escrito, con letra entrecortada, frases sobre lo que les gusta de él. Tarjeta de sus compañeros de clases, de entre seis y nueve años, año 2007: “Manuel, me gusta cómo te peinas”, “Eres lindo y bueno”, “Te ciero mucho”, “Tú eres bueno con todas las personas”, “Lo que me gusta de ti es que te peinas muy padre”, “Eres bueno Manuel y eres especial”. Carta del mismo salón del 14 de febrero de este año: “Manuel, eres un buen niño… Eres muy chistoso”, “Eres súper buen amigo”, “Sólo quiero tu amistad, te quiero mucho”, “Eres muy chistoso”, “Manuel, que te cures pronto”, “Eres buen amigo y sonriente”, “Eres platicón”, “Eres un buen amigo”, “Eres travieso”, “Cantas bonito”, “Manuel eres muy buena onda”, “Eres inteligente”, “Manuel, sólo tú puedes”.
¿Te das cuenta que niños como Manuel, crecen a través de los amigos? Ellos son los que le pueden marcar la pauta de lo que hace y hacia dónde va, son el monitor del logro de sus propios retos, pues también le dicen cuando no hace bien las cosas y además le animan a que logre algo. Los niños con ceguera y visión baja, como Manuel, pueden darse cuenta de que crecen, de que existen en medio de un mundo lleno de sorpresas, pues he visto cómo le ponen juguetes en la mano para que los conozca. También he visto cómo le ayudan y avisan de un obstáculo, sin darse cuenta que están propiciando su autonomía, ya que sólo le informan y orientan sin “resolverle la vida”. En fin, qué bueno que los padres o maestros quienes estamos continuamente alrededor de ellos les guiemos para que se sientan amados y así, todos juntos, fortaleceremos estos lazos de amistad que, con seguridad, serán para toda la vida.
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