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HORA CERO

Roberto Orozco Melo

Síndromes de agotamiento

El agotamiento es uno de los graves signos de la pérdida de vitalidad: en las personas, en la naturaleza, en las instituciones y en las cosas. Así se agota el agua, se agostan los suelos, se pierden las cosechas y se agosta la existencia; cómo entonces no podría extinguirse la utilidad de los hombres en la alta burocracia del Gobierno Federal y aún los mismos poderes republicanos, si es que nos vamos al extremo.

Sucedió en los días que corren: la paciencia se agotó en la capacidad de aguante del presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, ante el trabajo burocrático e ineficaz de dos destacados miembros de su Gabinete legal: Beatriz Zavala y Francisco Ramírez Acuña. Y tanto desesperó don Felipe que en sendos y consecutivos eventos encareció a los funcionarios que previa renuncia evacuaran sus oficinas en aras de la eficiencia del Gobierno al cual decían servir.

No es un fenómeno insólito o inédito: en los tiempos del viejo sistema priista se vieron casos iguales, aunque la autocracia priista tuvo siempre a la mano una reserva humana apta para el relevo de los principales en el Gobierno Federal: había profesionales ad-hoc, maduros de pensamiento y con previa experiencia en el servicio público, que estaban dispuestos a deshacer entuertos y afrontar las dificultades que suelen sobrevenir a cualquier reemplazo.

Ahora que si el compromiso entre el señor todo poderoso de Los Pinos y los escurridos evacuados era muy grande se recurría a los llamados “enroques” Así, quien tronaba por incapacidad era enviado a una comisión de escaso nivel donde no hiciera tanto daño y otro funcionario surgía de la oscuridad de aquella misma comisión y asumía el puesto ministerial; para eso estaban, prestos y disponibles, quienes ocupaban las subsecretarías, direcciones generales, oficialías mayores y subdirecciones de la Administración pública federal.

Naturalmente en aquel sistema todos los servidores públicos eran reconocidos como hombres y mujeres leales al señor presidente, pues la soberbia de los mandatarios no reconocía tener contrarios ni sospechosos de infidencia. El jefe del Poder Ejecutivo jugaba a la baraja con más de cuatro comodines y así resultaba fácil enfrentar cualquier sustitución, sin afectar la marcha normal de la burocracia o los programas especiales de las dependencias fallidas.

La festinada alternancia que logró Vicente Fox en el año 2000, luego malograda por sí mismo, no bastó para esconder el crecimiento del índice de ineptitud y corrupción burocrática que se observaba en los ministerios de la Administración Fox; tampoco parecía notarse durante los primeros doce meses de Gobierno de Felipe Calderón Hinojosa y sin embargo éste detectó impericia, flojera o desatención –otras formas de corrupción— ante las metas iniciales propuestas por su Presidencia para el combate a la pobreza o en la trascendente obtención de acuerdos con el Poder Legislativo para atacar los cuatro problemas torales de la Administración pública y por ende del país: el combate a la pobreza, la inseguridad pública, la educación y la persistencia de un sistema fiscal inicuo, desproporcionado e incapaz de solventar los egresos del presupuesto público sin tocar los ingresos petroleros.

La impericia del secretario de Gobernación en el trato con los legisladores dejó en manos de los partidos políticos la búsqueda de soluciones para los problemas del Gobierno, pero los partidos se olvidaron de las principales angustias del Poder Ejecutivo, y ad líbitum usaron la cuchara grande para fortalecer la ‘partidocracia’ operante y armar una nueva estructura política y electoral que saciara su propia y no siempre noble, obsesión por el ejercicio del poder político en la República.

Y esto es lo que, doce meses y quince días después de atole, constituye la preocupación de los flamantes secretarios de Gobernación y de Desarrollo Social. El joven treintañero Ernesto Cordero lidiará contra quienes desean convertir a su oficina en el principal apoyo del PAN para las futuras campañas políticas; y el otro treintón, Juan Camilo Mouriño, tampoco la verá muy fácil pues enfrenta una fuerte oposición integrada por el PRD y por el PRI, ambos más tozudos que tercos y peor será cuando los noveles funcionarios del calderonismo traten de sacar adelante los proyectos legislativos para que las reformas energética y fiscal devengan reales y positivas.

Son los primeros topes en duro de un Gobierno que apenas iniciará en 2008 los proyectos establecidos en su primer anuncio de metas a cumplir. Pero quizá sobrevenga otro cambio en la Secretaría del Trabajo donde su titular ha ido de tumbo en tumbo, por su docilidad a las pretensiones del sector patronal.

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