“Los métodos con los que puede actuar un sindicato son necesariamente destructivos; su organización es necesariamente tiránica”.
Henry George
En dos ocasiones la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje declaró inexistente la huelga que desde el 30 de julio de 2007 mantiene paralizada la mina de Cananea, la más importante productora de cobre de nuestro país y la tercera del mundo. Dos veces, sin embargo, los tribunales le concedieron amparo al Sindicato Minero de Napoleón Gómez Urrutia. Al final la Junta se vio obligada a plegarse a las decisiones de los jueces y declaró la legalidad de la huelga.
¿Por qué se negaba la Junta de Conciliación y Arbitraje a considerar existente la huelga de Cananea? Porque consideraba que ésta era un simple pretexto para hostigar a la empresa, Mexicana de Cananea, propiedad de Grupo México de Germán Larrea. La hostilidad del sindicato en contra de este consorcio es producto de que Napoleón lo considera responsable de las denuncias presentadas por un grupo de mineros en contra de él y de otros dirigentes del sindicato por el presunto desvío de 55 millones de dólares depositados por Grupo México a favor de los mineros de Cananea en un fideicomiso bancario.
El Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana —que encabeza Napoleón Gómez Urrutia desde 2002, y que desde 1962 hasta su muerte en 2002 dirigió su padre Napoleón Gómez Sada— emplazó a huelga a Mexicana de Cananea el año pasado por supuestas violaciones de la empresa al contrato colectivo en temas de seguridad e higiene. La Administración de la mina negó que existieran esas violaciones, pero después, para tratar de poner fin a la huelga, “se allanó” en el reclamo, esto es, dijo que estaba dispuesta a subsanar cualquier violación a las reglas de seguridad e higiene que se le señalaran. El problema es que el sindicato no especificaba cuáles eran las violaciones por las que había hecho la huelga.
Finalmente se llevó a cabo una inspección de las instalaciones en la que se hicieron 220 observaciones, ninguna de ellas grave, me dice el secretario del Trabajo, Javier Lozano. La empresa se comprometió a resolverlas todas, pero el sindicato se ha negado de todas maneras a levantar la huelga. Para hacerlo, dice, la empresa debe pagar el 100 por ciento de los salarios caídos y, además, otorgar a los mineros un ¡bono de productividad!, a pesar de que la mina lleva nueve meses cerrada. No sorprende que la Junta Conciliación y Arbitraje haya considerado inexistente la huelga y sólo por órdenes de los tribunales de amparo haya tenido que declararla legal.
Lo que busca el Sindicato Minero no es defender los intereses de los mineros sino castigar a Grupo México por su presunto apoyo a los mineros de Cananea que demandaron a Napoleón y a otros dirigentes del sindicato por el desvío de 55 millones de dólares depositados en un fideicomiso para los mineros de Cananea. El sindicato de Napoleón Gómez Urrutia transfirió ese dinero a cuentas sindicales, aduciendo que éste pertenecía al sindicato y no a los mineros. Una parte se repartió entre algunos mineros, pero el sindicato decidía a quiénes y cuánto. Las cuentas han sido “congeladas” mientras se determina la responsabilidad de Napoleón, quien se ha refugiado en Vancouver, Canadá.
La huelga, como vemos, no se puede resolver mejorando las condiciones de seguridad e higiene. Por eso la empresa ha anunciado su decisión de cerrar la mina e indemnizar a los trabajadores. Aun cuando hubiera un arreglo, el sindicato declararía una nueva huelga en cualquier momento y por cualquier pretexto.
La huelga afecta a miles de mineros y ha provocado el desplome de la economía de Cananea, Sonora. Pero no hay nada que los propios mineros puedan hacer. Nuestra legislación laboral cierra las puertas a la democracia sindical.
El año pasado hubo votaciones en ocho secciones sindicales controladas por el Sindicato Minero. Al contrario de otras elecciones, en que los dirigentes sindicales presionaban a los mineros para votar por ellos y en las que nadie sabía quién votaba, en esta ocasión las elecciones fueron supervisadas por la Junta de Conciliación y Arbitraje. El 96 por ciento de los mineros votó por afiliarse a un sindicato distinto al de Napoleón. Pero de poco sirvió su voto, ya que los tribunales han amparado una vez más al Sindicato Minero y ordenado una nueva votación.
El problema no es de los jueces sino de la legislación. Nuestra ley laboral no fue hecha para proteger los derechos de los trabajadores sino los de los líderes. Por eso es tan importante hacer una reforma a fondo. Y por eso los dirigentes sindicales salieron a las calles este pasado primero de mayo para anunciar su oposición cualquier reforma laboral. No quieren perder sus privilegios ni sus negocios.
CINCO DE MAYO
No festejamos la batalla del 5 de mayo de 1862 por su importancia histórica. La victoria del general Ignacio Zaragoza en Puebla sobre una pequeña fuerza expedicionaria francesa sólo retrasó lo inevitable. Un año después Puebla fue tomada por los franceses, que poco después ocuparon la Ciudad de México y la mayor parte del país. Festejamos el 5 de mayo porque es la única batalla que el Ejército Mexicano ha ganado sobre un enemigo extranjero. En 1866 Francia retiró sus tropas y el imperio de Maximiliano se desplomó. Pero la victoria fue ya sobre un Ejército mexicano.