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Iluminada, patriota y mágica ciudad...

Hora cero

Roberto Orozco Melo

Desde siempre ha sido mágica la ciudad de Parras: por su historia, por su corte colonial, sus gestas heroicas y por haber sido la cuna de grandes hombres que construyeron el bienestar de la Patria y defendieron las más nobles causas nacionales.

Años antes de que tuviera lugar la injusta invasión francesa de 1862, Juan Antonio de la Fuente, un hombre ligado a Parras —tanto que el topónimo de la ciudad lleva su apellido— tuvo los pantalones necesarios para advertir al emperador Napoleón Tercero, desde la tribuna de la Asamblea Francesa, que no osara agredir a nuestro país por medio de aquella célebre frase que no olvidamos: “No luchéis contra mi patria, señor, mi patria es invencible”.

La oportuna observación del diplomático De la Fuente fue desoída por Napoleón “el pequeño” y sucedió precisamente en Parras, en el arroyo de Santa Isabel, donde el general Andrés Saturnino Viesca, insigne hijo de esta tierra, logró demostrar que la soberbia del Ejército francés iba a ser implacablemente castigada. Al triunfar sobre las Fuerzas de Francia, que habían invadido el país, y a Parras desde luego, Viesca sentó en 1867 la base fundamental para la derrota total de Maximiliano y sus sueños imperiales que después coronaría en Querétaro el general Mariano Escobedo para culminar el triunfo liberal y republicano con el fusilamiento del sedicente emperador y de sus generales, los conservadores Miramón y Mejía.

También en Parras nació tiempo después Francisco Ignacio Madero, el bien llamado el Apóstol de la Democracia, que tuvo el coraje y la audacia de retar al ameritado general republicano, Porfirio Díaz Muro, constituido desde hacía treinta años en presidente eterno de México con sacrificio de todas las libertades individuales reconocidas por la Constitución liberal de 1857. Atemorizado el país por el despótico Gobierno de Díaz, sólo la voz de Madero se atrevió a denunciar los abusos del general tuxtepecano al convocar a la sociedad mexicana para que en 1910 se levantara en armas por la reivindicación de los derechos conculcados. Díaz hubo de huir en 1911 rumbo a París, Francia.

En Parras de la Fuente hay otro Madero, calificado como Santo, que ahora luce nuevas galas. Se trata del antiguo cerro de Sombreretillo, quizá llamado así porque en su cumbre luce un remate de piedra blanca porosa que semeja un sombrero, la cual rodea el atrio de la capilla donde se venera una gran cruz, de la cual se cuentan hechos grandes y maravillosos, prodigios increíbles en bien de quienes han solicitado su intermediación para aliviar enfermedades, conciliar conflictos y resolver necesidades.

Sueño lejano, intentado en varias ocasiones, el perfil del Santo Madero aparece vestido de lujo con luces fulgurantes que se pueden contemplar desde la carretera Paila—Parras, si el viandante se ubica, al salir de San Lorenzo, en los seis kilómetros que lo separan de la cabecera municipal, un poco más cerca de la ciudad o desde varios otros lugares de nuestro recoleto Valle del Pirineo.

Lucidoras luces que veremos a diario en la capilla, en el remate del cerro y a lo largo del camino ascendente antes construido con la sangre de los fieles quienes, desde hace más de un siglo, suben descalzos o de rodillas a pagar mandas al Santo Madero y agradecer a la Santa Cruz por los beneficios recibidos.

Nada hay como lo nuevo o lo que está recién engalanado. La cuatro veces centenaria población de Parras agrega un espectáculo fascinante a las muchas virtudes naturales que de viejo la han adornado. La tierra fértil en viñas y nocedales, en árboles frutales y en gente noble y trabajadora con el don de la anfictionía que sabe recibir bien a quienes llegan a visitarla.

Quienes financiaron esta obra, el Gobierno del Estado y el Programa Nacional de Pueblos Mágicos, tendrán que preocuparse en adelante por darle el mantenimiento necesario, y por lo pronto merecen un diez de calificación; hasta un cien si además logran encauzar hacia Parras la corriente del turismo regional, nacional e internacional; pues ahora los muchos atractivos que de suyo tiene este oasis coahuilense, serán canalizados y explotados debidamente.

No desdeñemos pues el cuidado de esta obra de iluminación, sería tanto como desestimar el esfuerzo del Gobierno más el dinero y los afanes de la ciudadanía.

Y vayamos a contemplar este Santo Madero que tanto queremos ahora vestido con traje de luces...

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