“La inflación es como el pecado: todos los gobiernos la denuncian, pero todos la practican”.
Frederick Leith-Ross
Hace apenas algunos meses el presidente Felipe Calderón señalaba con satisfacción que, por primera vez en mucho tiempo, la inflación era más alta en Estados Unidos que en México. Había detrás de esta afirmación, quizá, una esperanza de que los problemas económicos de la Unión Americana no llegasen a nuestro país. Pero hoy es muy claro que esta esperanza era vana.
El aumento en el Índice de Precios al Consumidor en México ha rebasado una vez más al estadounidense. La inflación anual en Estados Unidos fue de 3.9 por ciento en los 12 meses concluidos el pasado mes de abril, mientras que en México el índice de precios al consumidor registró un alza de 4.55 por ciento en el mismo periodo. Sólo que la inflación en México está siendo reprimida, por lo que nuestras cifras son engañosas.
El alza relativamente baja de los precios mexicanos es producto de unos subsidios crecientes que se aplican a los precios de los energéticos y de algunos alimentos. La gasolina magna en México debería venderse a cuando menos el doble de su nivel actual de siete pesos para no generar pérdidas. El precio que pagamos por la electricidad residencial es cuando menos un 30 o 40 por ciento inferior al que deberíamos tener.
Estos subsidios se están aplicando por las mismas razones de siempre: para comprarle una falsa popularidad al Gobierno en funciones. El costo que tienen para la economía nacional, sin embargo, es enorme y seguirá creciendo. Tarde o temprano, quizá después de las elecciones de julio de 2009, habrá que disminuir o eliminar los subsidios, pero el resultado será una escalada inflacionaria que pondrá en riesgo la estabilidad del país.
La presión al alza de los precios es enorme y no se limita a México. Estamos experimentando un retorno a la situación que el mundo vivió en los años setenta. El aumento en el petróleo está impulsando alzas en una amplia serie de productos y servicios. En los 12 meses concluidos el pasado 22 de mayo el petróleo crudo ligero de Texas tuvo un aumento de 98.7 por ciento. El índice de materias primas (commodities) de la revista The Economist registraba en esa misma fecha un incremento de 57.9 por ciento para los alimentos.
La razón por la cual los índices generales de precios no han reflejado estas fuertes alzas en los precios del petróleo y los alimentos es porque las economías están hoy más abiertas que nunca. China, en particular, ha forzado una disminución relativa de los precios de productos manufacturados al convertirse en la gran fábrica del mundo, con costos laborales y fiscales muy inferiores a los que predominan en el resto del planeta. Pero los consumidores más pobres del mundo, los cuales dedican una parte muy importante de su ingreso a la compra de alimentos, están sufriendo aumentos muy superiores a los índices generales de inflación.
Los pobres de México no están exentos de esta situación. La canasta de productos básicos tuvo en los 12 meses concluidos en abril un aumento de 5.21 por ciento, cifra significativamente superior al 4.55 del índice general. Los alimentos, a su vez, subieron 8.52 por ciento, casi el doble que los precios al consumidor.
Algunos políticos, quizá incapaces de entender cómo funciona la economía, han sostenido durante mucho tiempo que la inflación no es un problema serio. Dicen, incluso, que puede ser positiva, porque supuestamente genera una mayor actividad económica.
La verdad es muy distinta. La inflación impide un crecimiento sano en el largo plazo y golpea mucho más a quienes menos tienen. Los políticos y economistas que defienden los beneficios de la inflación reciben salarios generosos del Gobierno o de otras instituciones públicas que se ajustan año con año con la inflación. No es el caso, sin embargo, de los millones de mexicanos que no tienen un empleo formal o de aquellos que cuentan con empleos, pero en empresas pequeñas sometidas a competencias muy intensas y que no pueden dar aumentos conforme a la inflación.
El problema está ya encima de nosotros los mexicanos. Las malas políticas económicas de Estados Unidos, que ha dedicado miles de millones de dólares a subsidiar el uso de maíz amarillo para la producción de etanol, y los aumentos en los precios internacionales del petróleo están haciendo que nuestra inflación aumente de manera gradual. Por otra parte, los remedios que estamos aplicando, como mantener artificialmente bajos los precios de los energéticos o subsidiar los alimentos, no son soluciones de largo plazo. A lo mucho constituyen bombas de tiempo que nos hacen sentir satisfechos hoy pero que terminarán por estallarnos en las manos.
ENEMIGOS DE NAPOLEÓN
AHMSA, Altos Hornos de México, había mantenido hasta ahora buenas relaciones con el Sindicato Minero de Napoleón Gómez Urrutia. La semana pasada, sin embargo, el propio presidente del consejo de administración, Alonso Ancira, lo acusó a él y al comité ejecutivo del sindicato de tratar de extorsionarlo con 15 millones de pesos para no estallar una huelga. Gómez Urrutia está ya en pleito con la mayoría de los empresarios mineros y metalúrgicos. El paro ilegal de ayer generó una respuesta airada de toda la Cámara Minera. Hay quien piensa que Napito está abriendo demasiados frentes de conflicto a un mismo tiempo, cosa que todos los estrategas del mundo dicen que es un error crucial.