La Constitución de Colombia, en su Artículo 139, establece que al presidente de la República corresponde instalar y clausurar conjunta y públicamente las sesiones del Congreso, sin que esta ceremonia, en el primer evento, sea esencial para que el Congreso ejerza legalmente sus funciones.
En Argentina, el Artículo 99, inciso 8, de la Constitución, señala, que el presidente realiza “anualmente la apertura de las sesiones del Congreso… dando cuenta del estado de la nación de las reformas proyectadas por la Constitución y recomendando a su consideración las medidas que juzgue necesarias y convenientes…”.
El Artículo 168, fracción 5, constitucional del Uruguay establece que “al presidente de la República, actuando con el Ministro o Ministros respectivos o con el Consejo de Ministros, corresponde informar al Legislativo al inaugurarse las sesiones ordinarias, el estado de la República y las mejoras y reformas que considere dignas de su atención”.
En Chile, según el Artículo 24 de la Constitución, “el 21 de mayo de cada año el presidente de la República dará cuenta al país del estado administrativo y político de la nación ante el Congreso Pleno”.
En los Estados Unidos, nuestro país vecino, y en mucho autor del sistema presidencialista que nuestros constitucionalistas copiaron desde mediados del siglo XIX, la presentación que hace el presidente de la República sobre el estado en que se encuentra la “Unión” es parte fundamental para mantener el equilibrio de poderes. Los legisladores reciben como representantes del pueblo soberano el texto que comprende nación-Estado.
Una de las peculiaridades del modelo británico del sistema parlamentario reside en que el Parlamento abre sus sesiones con el discurso del monarca. Es un uso ya inveterado el que el rey tenga que pedir el permiso de los miembros del Parlamento para entrar al recinto parlamentario. Con ello quedó establecido desde mediados del siglo XVII clara diferenciación entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo. El discurso de la Corona consiste en un texto propuesto por el Gobierno.
En los casos que comentamos, y un buen número más, la presencia física del jefe de Estado o de Gobierno es elemento que se incorpora al quehacer parlamentario, sea para inaugurar las sesiones y que aprovecha la ocasión para informar a los representantes de la nación que son los diputados y senadores el estado en que se encuentran las cosas públicas. Es la única ocasión diseñada formalmente para que el jefe de Estado o del Gobierno no solamente describa y dé su evaluación de los acontecimientos y significado directamente al pueblo. Es la manera en que se mantiene la vinculación indispensable con el pueblo.
Esta comunicación directa entre el presidente y la representación popular es una de las partes centrales de la modificación que el presidente Nicolas Sarkozy de Francia logró que se aprobara en la Constitución de la actual VII República.
Lejos de ser una ceremonia vacua y simplemente prolotocolaria, el Informe Presidencial es la única ocasión en que se realiza una comunicación completa, en la multitud que se disponga, entre los poderes Ejecutivo y Legislativo.
La reforma aprobada este año consistente en que el presidente ha de limitarse a remitir al Congreso un documento que contiene el Informe que la Constitución le exige, acabó con la posibilidad de que el presidente tuviese la ocasión de expresar de viva voz, personalmente, su evaluación de lo que sucede en el país, las necesidades, las prioridades y las medidas que hay que tomar para resolver los problemas. Los titulares de la reforma no han podido decir más que con ella se ha acabado con “El Día del Presidente” que caracterizaba ese evento hasta hace pocos años.
Es cierto, al terminar su Administración en 1952, el presidente Miguel Alemán recibió tantos vítores el primero de septiembre y se engalanaron Cinco de Mayo y el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México con festones y arcos de triunfo. Se dio hasta un mal disfrazado sondeo de opinión callejero sobre la posibilidad de reelegirlo por otros seis años. Entre los regalos que recibió se cuenta con un bastón de mando, cetro en realidad, decorado con los escudos de dada entidad federativa.
Claro que dentro del contexto de un régimen exageradamente centrado en la figura y poderes formales y “no escritos” como fue el del PRI, sucesor del PRM y del PNR en línea directa a lo largo de 70 años (1929-2000) subió cada año el tono del sahumerio oficial hasta llegar a verdaderas adulaciones que se expresaban en la larga fila de funcionarios y ciudadanos que hacían cola después de presentado el Informe para un ritual casi de besamanos.
La famosa y muy gastada frase de “la forma es fondo” operó a plenitud y se enquistó hasta realmente llegarse a creer que la sustancia del acto del Informe Anual era la pleitesía al presidente. El sentido fundamental del acto se perdió en las marejadas de adulaciones. Los Informes, a su vez, cayeron en ser textos a veces interminables de cifras y de ostentación material de apoteosis y pasto para la crítica opositora. Se había echado a perder todo el gran teatro.
Siete años después de finalizar la época de la exaltación de la persona del presidente en turno, los perdedores en la apretada contienda de 2006 azuzaron una reacción inmadura e infantil: la destrucción del tinglado completo y con ello el sentido original de la obra. Todo quedó en el suelo y el país se quedó sin Informe. De la pedacería se ha armado un chueco adefesio que ni siquiera pudo caminar sin el artificio de improvisaciones de última hora. La entrega del Informe, ahora sólo escrito, se hizo antes de la Sesión Inaugural. No hubo Congreso Pleno que lo recibiera. Ya habrá ocasión para expedir el reglamento de la nueva Entrega del Informe para que el año entrante no se repita la vergüenza.
La vergüenza mayor es, empero, que la representación popular que es el Congreso se privó él mismo de escuchar de viva voz la rendición de cuentas que el jefe de Estado y de Gobierno tiene, en toda lógica, obligación de presentar directamente a la nación. La serie de mini-informes que el presidente Calderón, de los que ahora ha tenido que valerse a través de una selección de trozos del Informe presentados por él sin concatenación y entrevistas que le han realizado varios connotados comentaristas no pueden suplir la presentación completa, orgánica, de la obra hecha en el año transcurrido, ni de las apreciaciones suyas indispensables de conocer, ni la perspectiva que quiera compartir con sus conciudadanos en cuanto a lo económico, social y político en los escenarios nacional y mundial.
La precipitada acción de nuestro Congreso fue un ejemplo más de la inmadurez con que rechazamos a conciencia las oportunidades para mejorar. En la etapa evolutiva en que nos encontramos, destruir es el recurso fácil. No hay que desesperar. Ya aprenderemos a construir.