El Papa Benedicto XVI fue recibido ayer por el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy (centro), y la primera dama, Carla Bruni, a su llegada a París. (AP)
París, la capital de la cuna del laicismo en el mundo, se convirtió ayer en el epicentro de una extraordinaria misión protagonizada por el Papa Benedicto XVI, que tiene como meta reanimar el catolicismo en Francia y en el resto de continente, una hazaña que fue calificada por el periódico Liberation, como una “misión imposible”.
El Papa alemán, un enamorado de la cultura francesa, llegó a Francia en el marco de una visita de cuatro días, que fue concebida como una peregrinaje a Lourdes para recordar el 150 aniversario de la aparición de la famosa “Dama Blanca”, una visión que tuvo una niña en una gruta de esa localidad.
Pero la visita papal se convirtió en una visita de Estado con un profundo significado político a causa de la delicada posición del presidente Nicolas Sarkozy, que acabó con un tabú político en su país cuando comenzó a hablar abiertamente sobre el rol (positivo) de la religión en la sociedad y utilizó el concepto de “laicismo positivo” para definir la relación entre el Estado y la religión en un país que promulgó una Ley en 1905, que precisó que la República “no reconoce ni financia ningún culto”.
Este aspecto fue resaltado por Benedicto XVI cuando se dirigió a un exquisito público que lo esperaba en los salones del palacio del Elíseo, donde el Pontífice de origen alemán elogió a Francia por sus raíces cristianas de su cultura y el diálogo que existe entre la fe y el poder.
“Es fundamental insistir en la distinción entre la esfera política y la de la religión”, dijo el Papa. “En este momento histórico en el que las culturas se entrecruzan cada vez más entre ellas, estoy profundamente convencido de que cada vez en más necesaria una nueva reflexión sobre el significado auténtico y sobre la importancia de la laicidad”, agregó.
Sarkozy, un católico observante y con dos divorcios, afirmó en su discurso de bienvenida al Sumo Pontífice, que sería “una locura” privar a la sociedad de religiones, un pecado que calificó como una falta contra la cultura y el pensamiento.
“Por eso pido un laicismo positivo. Es legítimo para la democracia y respetuoso con el laicismo dialogar con las religiones. Las religiones, y sobre todo la religión cristiana, con la que compartimos una larga historia, son patrimonios vivos de la reflexión”, insistió Sarkozy, al defender las raíces cristinas de su país que se remontan al siglo V, cuando el Rey Clovis I se convirtió al catolicismo.
La primera visita de Benedicto XVI a su “amada Francia” se inició con un pequeño, pero significativo “pecado” protocolario, cuando el presidente Sarkozy, acompañado de su esposa, Carla Bruni, recibió al Papa en el aeropuerto de Orly. Cuando Benedicto pisó suelo francés, las campanas de todas las iglesias de París repicaron para dar la bienvenida a la ilustre visita.
