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¿Inmunes a la crisis?

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EL SIGLO DE TORREÓN

De acuerdo con los indicadores que los organismos financieros nacionales manejan, nuestro país ha logrado alcanzar en la última década una estabilidad macroeconómica que contrasta sobremanera con los desequilibrios recurrentes registrados desde mediados de los setenta hasta la primera mitad de los noventa. Prácticamente cada cambio de sexenio estaba marcado por el descontrol del sistema financiero mexicano. Millones de niños y jóvenes incluyeron rápidamente en su vocabulario la palabra crisis como algo que formaba parte de su cotidianidad.

Luego del famoso “error de diciembre” de 1994 y el caos que le siguió, poco a poco México logró estabilizar su economía. Esto no ocurrió, claro está, por arte de magia. Al entonces presidente Ernesto Zedillo no le quedó otra que atender a los lineamientos que el Fondo Monetario Internacional le “sugirió” para llevar a cabo el “rescate” del sistema financiero y todos los ajustes necesarios. Más allá de las críticas y aplausos a estas medidas, lo cierto es que el objetivo central se alcanzó.

Sin embargo, pese a la estabilidad lograda con Zedillo y afianzada en el sexenio de Vicente Fox y en lo que va del de Felipe Calderón, el país ha registrado un crecimiento minúsculo de su economía, lo cual ha limitado la creación de los empleos que en cantidad y calidad la sociedad requiere para mejorar su precario nivel de vida. No olvidemos que aún hay en México 45 millones de personas que viven por debajo de la línea de la pobreza.

Hoy que la principal economía del mundo, la de Estado Unidos, se enfrenta a una de las peores crisis de su historia reciente, los tecnócratas del Gobierno mexicano aseguran que el impacto de la tormenta norteamericana será menor en nuestro país, gracias a la tan mencionada estabilidad macroeconómica y a la gran cantidad de reservas disponibles. El problema es que, como hemos visto, estos dos factores no han sido suficientes para sacar a México del subdesarrollo, y resulta muy difícil pensar que lo hagan inmune a un entorno global adverso.

Basta repasar las consecuencias que deja aquí una recesión en Estados Unidos: desplome de las remesas, reducción de las exportaciones, disminución de la inversión, menos empleo y de menor calidad, todo en una economía poco diversificada con un altísimo nivel de informalidad. Esta es quizá la crisis que en México no estamos viendo.

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