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Insectos, alimento desaprovechado por apatía de legisladores

El investigador del IPN, Juan Antonio García saborea escarabajos comestibles. (El Universal)

El investigador del IPN, Juan Antonio García saborea escarabajos comestibles. (El Universal)

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Ante su alto valor proteínico, científicos han creado productos comestibles con estos animales; no obstante, las actuales normas sanitarias frenan su comercialización.

Aun cuando los científicos sostienen que los insectos aprovechados en alimentos pueden combatir la desnutrición de la población mexicana y ser fuente de ingresos adicionales para los campesinos, las normas sanitarias del país impiden esa posibilidad, por lo que estos pequeños animales seguirán sin ser aprovechados y acabando con cerca de 20% de los cultivos mexicanos.

Mientras la Unión Europea analiza la posibilidad de permitir la comercialización de estos productos, y la FDA de Estados Unidos los aprueba y sólo estipula que los alimentos elaborados con insectos deben producirse bajo un control de calidad, los legisladores nacionales no se han preocupado por analizar las normas sanitarias que impiden la comercialización de alimentos elaborados con insectos.

Si bien estos animales fueron base de la alimentación de varias culturas prehispánicas, hoy en el rubro de alimentación sólo se concede permisos especiales a los restaurantes para vender platillos elaborados con insectos, pero sin alterar la forma de estos pequeños animales.

En el mundo se calcula que hay cerca de dos mil especies de insectos comestibles, de las cuales 668 se encuentran en México, uno de los 10 países con mayor megadiversidad en esta categoría; sin embargo, normas como la de Alimentos para Humanos, Especies Molidas y Similares, prohíben la inclusión de insectos en productos alimenticios.

Juan Antonio García Oviedo, investigador del Instituto Politécnico Nacional (IPN), explica que si bien parte de la población rural de estados como Oaxaca, Chiapas o Veracruz basa parte de su alimentación en algunos insectos, en las áreas urbanas la gente tiende a rechazar esos productos pese a su alto contenido proteínico.

A partir de ese rechazo, el biotecnólogo, quien realiza desde hace una década proyectos encaminados a elaborar alimentos a partir de insectos, se ha dado a la tarea de crear productos que sean bien aceptados por la población.

De esa manera el especialista de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del IPN ha desarrollado salchichas de chapulín, chocolates de larva de escarabajo o gusano de maguey, además de botanas de chinches de mezquite.

En proyectos piloto realizados hace unos años en algunas colonias de la delegación Cuajimalpa, científicos del Politécnico descubrieron que al adicionarle harina de chapulín a la de maíz en la elaboración de tortillas, los niños con desnutrición mejoraban su estado de salud e incluso eso se reflejaba en un mejor desempeño escolar.

Otro proyecto desarrollado por investigadores del IPN estuvo encaminado a la cosecha de chapulines en regiones de Tláhuac, donde los campesinos lograron obtener tres o cuatro mil pesos por hectárea gracias a la venta de estos animales.

“En lugar de que gastaran mucho dinero en comprar cada vez mejores maíces, insecticidas y fertilizante, les dije que sembraran maíz muy corriente y no utilizaran ningún plaguicida. Al salir el maíz se llenó de chapulines, los recolectaron y vendieron en las ferias; por ello obtuvieron alrededor de cuatro mil pesos por hectárea. Pero esto no se puede hacer a gran escala porque sólo lo venden en las ferias”.

Para el especialista, si hubiera posibilidad de comercializar los alimentos a partir de insectos, se podría venderlos a la industria.

De acuerdo con García Oviedo, empresas como Maizoro se han mostrado muy interesadas en esos proyectos que resultan muy atractivos nutricionalmente; sin embargo, luego de varios intentos por convencer a diputados de legislaturas pasadas, no han logrado acaparar su interés.

El especialista del Instituto Politécnico Nacional confía en que este proyecto, con más de 10 años de desarrollo y que fue considerado uno de los tres mejores de ese instituto, pueda, más allá del valor comercial, ayudar a la población.

“Ha habido varias propuestas de empresas del ramo de alimentos procesados para comprar mis patentes, pero no las hemos querido vender porque creemos que dada la situación actual del país, ellos las quieren nada más para evitar que este tipo de opciones más económicas y nutritivas salgan al mercado”.

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