El tiempo de vida de insecto colonizador (la mosca es más común) ayuda a fechar la muerte de la víctima.
En el Semefo del DF, el estudio científico de bichos que colonizan cadáveres ayuda a esclarecer homicidios.
En la novela “El llanto de los corderos”, capullos de avispa son la pista para esclarecer feminicidios. En la vida real, la investigación aplicada en el Servicio Médico Forense del DF, también convierte a los insectos en “delatores” de homicidas.
Ello es posible gracias al trabajo del entomólogo forense Arturo Cortés Cruz, del Laboratorio de Química de esa institución, quien ha transformado en aliados de la Justicia a los insectos que colonizan y devoran cadáveres.
Con los métodos de la entomología forense —ciencia que estudia insectos en combinación con aspectos médicos y legales— el especialista ha recopilado claves importantes que, junto a otras evidencias físicas, permitieron resolver varios casos criminales en la capital del país.
Apoyado en los rastros que aportan diversos tipos de insectos (dípteros, como las moscas y sus larvas, coleópteros como los escarabajos, himenópteros, como las chinches, etc.) Cortés Cruz puede fijar con precisión la fecha de fallecimiento de una persona. Inclusive, en algunos casos esa peculiar entomofauna también le brinda información que permite determinar las circunstancias o el lugar de un asesinato, sobre todo el violento, o si la víctima murió por consumo abusivo de drogas ilícitas.
Con ello, reúne evidencias que fortalecen la impartición de justicia: “si el médico (forense) sospecha que hay alguna sustancia relacionada con una muerte, va a pedir estudios toxicológicos, pero normalmente éstos se realizan en la sangre de la víctima”, explica Cortés en entrevista.
Pero, ¿qué pasa cuando los cadáveres están en acelerada descomposición y no tienen sangre o vísceras? En esos casos, dice el biólogo, hacemos estudios toxicológicos en los insectos para determinar si al alimentarse del cadáver incorporaron a su sistema ese tipo de sustancias o si ellos las producen naturalmente.
Evidencias biológicas
El proceso comienza con la obtención de muestras del insecto (larvas o bien pupas), la toma de fotos y su revisión al microscopio con apoyo en claves taxonómicas, esto es, registros científicos sobre especies. Tal análisis ayuda a establecer con precisión la “identidad” del bicho.
Una vez hecha la determinación taxonómica, el ciclo vital del insecto hallado en el cuerpo del delito ayuda a calcular el tiempo de muerte: “Cuando sé la edad de este bicho y el tiempo que lleva en un cadáver, sé cuánto tiempo tiene de haber muerto esa persona”, detalla el entomólogo.
En paralelo, las muestras son analizadas con equipo especial (cromatógrafo de gases e inmunoanalizador) que determina si la víctima consumió drogas, pues en ese caso, al haberse alimentado del cadáver, el insecto “confesará” la verdad.
En ciertos casos, si hay información taxonómica suficiente (ya que hay especies exclusivas de ciertas regiones del país) también es posible determinar, mediante cotejo de datos, el lugar del asesinato, aunque es un “trabajo titánico”, añade Cortés.
Estos estudios, que se combinan con otras herramientas como análisis sanguíneos (cuando no han transcurrido más de tres días del fallecimiento) o incluso pruebas de ADN, han ayudado a resolver varios casos de secuestro y asesinato en el DF, donde en promedio llegan 15 a 20 cadáveres al Semefo.
“Nuestro código genético es muy exclusivo”, apunta el científico. Por ello, si un insecto se alimenta de un cadáver, va a introducir a su sistema fragmentos del ADN de éste, de modo que, al efectuar pruebas, aparecerán marcadores genéticos tanto del código del hospedero como de su diminuto inquilino.
Pero aplicar tests de ADN sistemáticamente sería costoso. Además requeriría equipo técnico e instalaciones especiales. Por ello, Cortés pide valorar este trabajo científico, que a pesar de enfrentar grandes retos (faltan expertos y bases de información) tiene futuro en México: “Este trabajo es superdivertido, superamable... (hacerlo) es estar como pez en el agua”, expresa.
Ficha ‘genética’ de infractores
Registrar no sólo las huellas digitales o las imágenes de infractores, sino también su marca genética, para así lograr su plena identificación, es la apuesta de un nuevo método que para tal efecto diseñaron expertos del IPN.
Con el registro de la lectura del ADN de criminales, desarrollado y propuesto por investigadores de la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía, la información obtenida fortalecería las investigaciones judiciales.
“Este procedimiento revolucionaría el sistema penitenciario mexicano con un procedimiento complementario a la toma de huella digital y fotografía que se utiliza hoy durante la captura e identificación de personas que cometen (actos) ilícitos”, aseguró Javier Grandini, director de esa institución.
Dijo que si un asesino, violador, asaltante o secuestrador quiere cambiar su personalidad para no ser detectado mediante un cambio de apariencia como la cirugía plástica, la “huella” genética no dejaría ninguna duda de que se trata de él.
Dicho método, basado en la biología molecular, consiste en la toma de muestras de sangre o de un cabello con bulbo (raíz), que luego se somete a estudio para determinar el ADN del individuo donador. Los resultados de este tipo de análisis tiene una eficacia superior al 99%.