Hace apenas unos cuantos meses, poco después de que se diera a conocer el acotamiento que el pueblo venezolano le hiciera a Hugo Chávez para esa reelección ilimitada que propugnaba, apuntamos en estas mismas páginas los siguientes conceptos:
“El proyecto expansionista de Hugo Chávez no es de saliva”.
Sólo entre 2005 y 2006, el gasto armamentista de Venezuela ascendió a más de cuatro mil millones de dólares.
Con ello, Chávez no sólo ha puesto a Venezuela como el principal comprador de armas de América Latina, sino que su gasto armamentista se encuentra por encima de países como Irán y Pakistán.
La semana anterior, Caracas informó el próximo desarrollo de proyectos nucleares, no precisamente para producir energía eléctrica, pues petróleo e hidroeléctricas Venezuela los tiene en abundancia.
Y culminábamos el artículo refiriéndonos al punto IV, del capítulo dedicado a las Áreas de Interés geoestratégicas, del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2007-2013:
“IV. Fortalecer los movimientos alternativos en Centroamérica y México en la búsqueda del desprendimiento del dominio imperial”.
“V. Neutralizar la acción del imperio fortaleciendo la solidaridad y la opinión pública de los movimientos sociales organizados…”.
Por ello es que resultan altamente preocupantes las más recientes acciones de Chávez, agrediendo sin recato alguno a la persona del presidente de Colombia Álvaro Uribe, con una repercusión que trasciende al mero insulto interpersonal, por haber llevado a cabo auténticas acciones de intromisión en los asuntos internos del Estado Colombiano.
Aunado a ello resulta de suma gravedad la propuesta de Chávez de dejar de considerar a los grupos guerrilleros que mantienen en continuo estado de tensión a la población colombiana, como grupos terroristas para que mejor sean denominados grupos beligerantes.
¿Qué hubiera hecho Chávez si algún jefe de Estado o de Gobierno hubiera osado inmiscuirse en los asuntos internos de Venezuela?
Si ante respuestas puntuales que ha tenido que recibir por su propensión a meterse en lo que no le importa, amenaza con retirar a su embajador, expulsar a las empresas de ese país legalmente establecidas en Venezuela, romper relaciones diplomáticas y comerciales. ¿Qué no sucedería si a algún colega del mandamás bolivariano se le ocurriera hacer lo que él constantemente hace: entrometerse abiertamente en los asuntos internos y soberanos de países vecinos como Colombia, y no tan vecinos como Bolivia, Nicaragua, Ecuador y si nos descuidamos, hasta México?