Cuando los líderes europeos se reunieron en París el mes pasado para analizar la crisis financiera mundial, el presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero siguió el curso de los acontecimientos desde Madrid: No había sido invitado.
No fue la primera vez que el líder socialista se encontró marginado o desempeñando un papel secundario, mientras otros analizaban los temas candentes del momento.
Pero esos desaires aumentaron la determinación de Rodríguez Zapatero, quien hizo intensas gestiones para participar en la cumbre de emergencia del G-20 a realizarse esta semana en Washington, a pesar de que España no es miembro de ese bloque.
Al final, el mandatario español se salió con la suya cuando Francia aceptó cederle a España una de sus dos plazas. Los franceses cuentan con dos bancas por ser miembros del G-8 y por tener en este momento la presidencia rotatoria de la Unión Europea.
La presencia en el encuentro de Washington fue una victoria para Rodríguez Zapatero, pero tendrá un precio: en medio del debate sobre su participación quedaron en evidencia los escasos logros de España en política internacional y se difundió la imagen poco decorosa de un líder europeo implorando prácticamente ser admitido en un encuentro internacional.
"Fue como si Zapatero hubiera descubierto de repente las realidades de la política mundial", comentó José Ignacio Torreblanca, director de la oficina madrileña del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
"Zapatero decía que España tiene la octava o novena economía más grande del mundo y debe estar allí (en la cumbre) porque somos importantes", agregó.
Sus detractores sostienen que si Rodríguez Zapatero no es tenido en cuenta en la escena internacional, es por su propia culpa.
Desde su llegada al gobierno en 2004, Rodríguez Zapatero se concentró en asuntos internos y cosechó buenos resultados. Logró la aprobación de una serie de reformas sociales, como la legalización del matrimonio gay, la transferencia de poderes a los gobiernos regionales y un continuo crecimiento económico.
Pero en el plano internacional, no se pronunció en torno al creciente poder de Rusia ni a las ambiciones nucleares de Irán, y promovió un ambiguo plan de paz para el Medio Oriente, que fue mayormente ignorado.