Irán vuelve a ser un problema. Y no, no me refiero a Irán Castillo y el escándalo que su muy bien hechecito cuerpo, anunciando las bellezas históricas del estado de Hidalgo, provocó entre las buenas conciencias del INAH y otros organismos culturales. No, aquí me refiero a la República Islámica de Irán, y su programa nuclear que ya tiene buen rato causando quebrantos, desaguisados y sinsabores… especialmente en Occidente.
Por estos días el presidente George W. Bush anda realizando su última gira por Europa. Es una especie de tour de despedida, sabiendo que poco o nada le queda por realizar en los ocho meses que le restan como anfitrión en la Casa Blanca; y que nada pierde con intentar subir sus bonos en el Viejo Continente ya que va de salida… especialmente, porque sabe que es el presidente norteamericano más detestado por aquellos lares desde… viéndolo bien, desde siempre. Ningún Ejecutivo norteamericano ha concitado tantas enemistades en Europa desde que se tiene memoria.
Pero, casi sin desearlo, Bush logró un buen golpe cuando la Unión Europea estuvo de acuerdo con él en que, si Irán no se avenía a inspecciones a su programa nuclear, entonces habría que apretarle las tuercas. Tanto Estados Unidos como la Europa de los 27 advirtieron a la República Islámica que si insistía en impedir la inspección de sus instalaciones nucleares, se le podrían imponer sanciones en el campo financiero. Y ahí sí que calan.
El asunto es que tanto los norteamericanos como los europeos están alarmados por el paso y las intenciones del programa nuclear iraní. Aunque se duda que los Ayatolas estén fabricando un arma atómica, lo que resulta evidente es que Irán produce mucho combustible nuclear con sospechosos objetivos. Y eso tiene a Europa bastante inquieta desde hace buen rato.
Irán no ha dado su brazo a torcer, haciendo tiempo y poniendo pretextos para que no haya inspecciones a fondo por parte de organismos internacionales neutrales. Esa reticencia ha alimentado la paranoia de algunos países de Europa Occidental… que estarían en el rango de los misiles iraníes más avanzados. Y conociendo cómo se las gastan los clérigos radicales de ese país, y lo inestable que es el presidente de la República Islámica, el que esos personajes tengan acceso a armas nucleares le pone chino el cuero a mucha gente.
En todo caso, Bush se encontró con una carta de triunfo en el primer día de su gira de despedida. Que sus aliados cerraran filas con un presidente tan alicaído, le ha de haber caído de maravilla al tonto del pueblo. Una de cal por las muchas de arena que, algo me dice, le traerá este viaje de despedida. Y todavía falta conocer la reacción iraní. Veremos y comentaremos.