Las autoridades asestaron duros golpes a la Costa Nostra siciliana y a la poderosa Ndrangheta calabresa. Ahora le apunta a la Camorra, activa en la región de Nápoles.
Los vehículos blindados de los paracaidistas apenas si habían tomado posiciones en este bastión de la familia Casalesi cuando los mafiosos decidieron dejar en claro quién manda.
En un domingo somnoliento, a pocas cuadras del lugar donde la brigada Rayo se había apostado armada de fusiles automáticos, dos individuos acribillaron a un hombre de 60 años que jugaba cartas en la entrada de un club de barrio en la calle principal de la ciudad.
El asesinato del tío de un mafioso que comenzó a colaborar con las autoridades dejó la calle de piedra bañada en sangre. Ninguno de los individuos, que jugaban cartas, habló de lo que había sucedido con las autoridades, lo que hizo que se comentase que la víctima debía estar jugando un solitario.
Las autoridades asestaron duros golpes a la Costa Nostra siciliana y a la poderosa Ndrangheta calabresa. Ahora le apunta a la Camorra, activa en la región de Nápoles y que ha desatado hace algunos meses una sangrienta campaña en la que incluso fueron asesinados seis inmigrantes ghaneses.
El Gobierno despachó tres mil soldados a distintos puntos del país en los últimos meses para combatir al crimen organizado. Tiene 500 soldados y 400 detectives en un sector al Norte de Nápoles, una zona rural controlada por la familia Casalesi, que tiene su bastión en el pueblo Casal di Principe.
OPERATIVO MILITAR
El uso del Ejército contra la delincuencia no es nuevo. Ya se ha empleado en Nápoles y en Sicilia. Se supone que la presencia del Ejército le da mayor flexibilidad a la Policía local para investigar los delitos.
El osado asesinato del jugador de cartas el 5 de octubre, no obstante, dejó en claro que la Camorra es un enemigo tenaz.
“No están debilitándose. Tienen mucho dinero”, expresó el magistrado Franco Roberti, quien dirige un equipo de fiscales que investiga la mafia en Nápoles.
La Camorra tiene lucrativos negocios, desde loterías ilegales y apuestas hípicas hasta narcotráfico y tráfico de inmigrantes. Los Casalesi están involucrados asimismo en el traslado ilegal y la eliminación de desperdicios tóxicos que son llevados desde el Norte industrializado hasta el Sur subdesarrollado, según un informe de una comisión legislativa que investiga a la mafia.
La Camorra, y en particular los Casalesi, florecen sobre todo por el cobro de la “protección” que ofrecen a aterrorizados ciudadanos.
“Uno mata a uno para darle una lección a cien”, dijo Rodolfo Ruperti, agente policial de la capital provincial, Caserta, al explicar la ola de asesinatos atribuidos a los Casalesi, que costaron la vida a 18 personas en poco más de seis meses.
Entre las víctimas figuran familiares de soplones, unos pocos empresarios que se negaron a ser extorsionados y seis inmigrantes abatidos en la vecina Castel Volturno.
Los investigadores dijeron que la masacre de los africanos fue una muestra de fuerza, que posiblemente constituyó una advertencia a narcotraficantes nigerianos de que no operen en territorio de los Casalesi. Los atacantes acribillaron a los inmigrantes mientras hablaban en las afueras de un club social.
Ruperti dijo que los investigadores creen que la matanza fue ordenada por Giuseppe Setola, un capo mafioso que fue sentenciado a cadena perpetua por otro asesinato en el pasado.
Setola tiene una “estrategia de terror”, sostuvo Ruperti. “Necesita usar la fuerza bruta” para asegurarse el control de la familia Casalesi, en vista de que no tiene el carisma de su antiguo líder, Francesco Schiavone, quien está preso.
Se cree que Schiavone, conocido como Sandokán, sigue dirigiendo a los Casalesi a pesar de estar preso. Su esposa fue arrestada en una reciente redada y acusada de colaborar con la Camorra. Decenas de personas han caído en redadas similares.
Ahora las autoridades quieren desvalijar a Setola, quien se escapó este año de la vivienda donde estaba sometido a un arresto domiciliario. Se le había permitido permanecer en su casa para atenderse un problema en un ojo.
“No puede tener tan mal la vista”, afirmó Ruperti. Acotó que se cree que Setola perpetró algunos de los asesinatos él mismo.
SIGUEN FUNCIONANDO
Numerosos miembros de la Camorra han sido detenidos, pero la organización se las ingenia para seguir funcionando. “Siempre hay nuevos reclutas, porque más que un fenómeno delictivo, la Camorra es un fenómeno social”, dijo Roberti.
Los potenciales reclutas son tentados con la posibilidad de ganar dinero rápidamente en pueblos como Casal di Principe, donde la mayoría de los jóvenes no tiene trabajo.
Una de sus misiones es amedrentar a comerciantes como Pietro Russo, a quien le incendiaron su fábrica de colchones en Santa María Capua Vetere porque en 2004 se negó a ser extorsionado y colaboró con la Policía, usando una grabadora en su encuentro con los mafiosos. La Camorra se vengó este año, quemándole el negocio y obligándolo a despedir a siete empleados.
Su cooperación con la Policía facilitó el arresto de muchos miembros de la familia Casalesi. Pero todavía no ha podido volver a abrir su negocio y su familia vive bajo constante vigilancia policial.
Russo encabeza una agrupación de comerciantes que se niegan a ser extorsionados. Pero los Casalesi no han sufrido una rebelión generalizada como la que vivió la Cosa Nostra en los últimos años.
La fama de la Camorra va en aumento y esa organización es el tema central de la película “Gomorra”, basada en el libro de un periodista napolitano y la cual fue postulada por Italia para el Oscar a la mejor cinta extranjera.
El libro de Roberto Saviano ofrece detalles de cómo la Camorra se infiltra en todos los ámbitos de la vida. Saviano, de 29 años, vivió un tiempo en Casal di Principe, ciudad de unos 20 mil habitantes. Desde que escribió el libro recibe custodia policial y dijo que probablemente se vaya del país por temor a que lo maten.
“Aquí se respira el miedo”, afirmó Genoveffa Corvino, psicoanalista que trabaja en un hogar para niños con problemas familiares, el cual funciona en una fastuosa residencia confiscada a un mafioso de Casal di Principe.
Corvino hizo notar que las viviendas del pueblo tienen paredes gruesas, altas, con verjas de metal, que reflejan la sensación de asedio con que vive la gente.
“La gente no sale y no se mete en los asuntos de los demás”, expresó Corvino.