Carreteras bloqueadas, marchas inacabables, efigies quemadas, furia sin fin, millones de niños sin clases. Para unos es otro desastre político que desquicia su vida cotidiana. Hay sin embargo otra lectura: la Alianza por la Calidad Educativa tocó hueso. Quizá sea la reforma más profunda hasta ahora de la gestión del presidente Calderón. La de pensiones del ISSSTE fue central para la salud de las finanzas públicas. La fiscal, a pesar de sus limitaciones, muy relevante. La de seguridad traerá frutos en el mediano y largo plazo. La energética saldrá, limitada, pero se habrá roto un tabú. Ninguna sin embargo se ha enfrentado a uno de los brazos corporativos del autoritarismo como la ACE. De ahí la molestia, de ahí la furia.
Por supuesto hay quien demanda más cambios, señalan las limitaciones y exigen acabar con el Sindicato. La descalifican por el origen: nada que firme la lideresa magisterial podrá ser bueno. A la pésima fama del sindicato hay que sumar las nuevas historias como las Hummers, detalles para la sana convivencia. Pero ese es México, con esa realidad tenemos que lidiar. La política es el arte de avanzar con los interlocutores reales, no los que hubiéramos seleccionado en un concurso de probidad, tampoco los que más nos simpaticen. Los interlocutores son los que nos impone la realidad. La Alianza sólo podía llevarse adelante con el SNTE o no habría cambio.
¿Por qué accedió la maestra a firmar un acuerdo que a la corta afecta los intereses de su gremio? Quizá porque comprendió que el mundo es otro, que el país es otro, que la promoción laboral simplemente por tiempo es insostenible, que la ausencia de exámenes es premoderna, que la venta de plazas es vergonzosa, que esa forma de vida del Sindicato y del Magisterio ya no tiene futuro. Si el Sindicato ha de sobrevivir tiene que cambiar. Para algunos la maestra se convirtió en una traidora de su gremio, pero podría ser su salvadora. Por las reacciones para otros, para muchos, la mayoría, lo que se propuso es una salida, lo más decorosa posible, a una serie de privilegios insostenibles.
Otra respuesta es que la maestra desea trascender con una etiqueta diferente, no quiere ser la última líder del paleolítico primero de la política mexicana. Que su vanidad personal la llevó a esta confrontación con su propia grey porque no puede tolerar ser el cabuz de la historia, el lastre del México moderno que viene pujando. Esta interpretación camina más bien por los caminos de la psique que siempre son complejos. Otros afirman que se trata de una vil forma de supervivencia política de la hábil dirigente: o era así, o pactaba o iba directo a una confrontación final con todos los frentes. Para los ciudadanos, el origen importa poco. El hecho es que accedió y hoy defiende la Alianza contra agremiados, contra los insurrectos y quienes hoy son ya sus enemigos francos.
Por supuesto hay las versiones más superficiales: un pleito entre dos mujeres y otras frivolidades más. La Alianza es la mejor propuesta para mejorar la calidad en la educación que se ha podido cocinar con el sindicato. Ha habido otras batallas muy relevantes, por momentos frontales, pero ninguna que tuviera un amarre interno tan importante. Eso es lo que confunde a muchos. Estamos acostumbrados a un lenguaje político más brutal, de rompimiento, de aniquilación del otro. Pero eso no es posible. Que las dos mujeres que protagonizan la jornada se saluden, que las dos tengan su historia y personalidad no negociable y que sin embargo hallan llegado a acuerdos de fondo tiene a muchos sin explicación, sobre todo varones. La política mexicana encuentra en este capítulo femenino un nuevo punto de referencia.
¿De qué lado estar? Hay quien apuesta al fracaso de la Alianza. No pueden comprender que el avance es real y muy importante para el país que, en más de un sentido, es histórico. Cualquier cosa que se haya pactado con el Sindicato está podrida en el origen, argumentan. Su reacción es absurda: en lugar de apostarle al éxito con todas las dificultades que se están viviendo y las que se vivirán, caen en el fácil expediente de desacreditar al interlocutor bañándose en pureza. Qué bueno que no son políticos, en política el pacto con el diablo de Goethe es lo cotidiano. Después vienen los exigentes, que ahora quieren todo o nada, que descalifican el avance parcial por no ser lo deseable. Pero ¿qué hicieron ellos para modificar la realidad?
La gran mayoría de las entidades federativas han aceptado la Alianza. Las que se escaparon, las excepciones, se ven cada vez más solitarias en una marcha que no tiene retorno. Como dirían en otras latitudes, están del lado equivocado de la historia y probablemente todavía no se den cuenta. Peor para ellos. Después viene el triste desfile de los corruptos sin vergüenza, de los que piensan que pueden salir a defender sus prebendas y privilegios sin que la sociedad se irrite y ofenda. Dejémoslos, en sus actos vienen las condenas. Quizá, en una versión perversa, hasta conviene que desfilen para que la sociedad se dé cuenta del tipo de ralea de la que se trata.
La Alianza es un parte-aguas en la historia contemporánea. No hay para atrás. Entre más informada esté la sociedad mexicana de cómo eran los arreglos del pasado, más difícil será defenderlos. Estamos en la etapa de las resistencias que desnudan las vergüenzas que se negociaron antaño. Que sigan tomando carreteras y exigiendo la venta de plazas, que sigan buscando cómo escapar de los exámenes. La factura social será muy alta. Estamos ante el hecho inédito de la política. Josefina y Elba, J&E, dan lecciones de política a los masculinos ideólogos del purismo.