Levantar estiércol
“Donde hay estiércol, hay que levantarlo”.
James P. Cannon
Van a salir más documentos de las corruptelas de Juan Camilo Mouriño. Esto lo dijo Andrés Manuel López Obrador el viernes 14 de marzo en Comalcalco, Tabasco, en una visita que hizo para “abonarle” el terreno al presidente Felipe Calderón, quien estará en Tabasco este 18 de marzo para celebrar el 70 aniversario de la expropiación petrolera.
No es el único perredista que lo dice. El senador Ricardo Monreal del PRD afirmó el mismo 14 de marzo: “Porque además les quiero adelantar que van a salir más datos, van a salir más elementos, van a salir más documentos; tenemos más documentos, más pruebas que incriminan”.
Lo sorprendente, de hecho, sería que no salieran estos documentos. López Obrador ha recurrido con enorme frecuencia a la estrategia de cuestionar la honestidad de sus rivales políticos presentando documentos que supuestamente comprueban actos ilegales. Algunos, quizá, han resultado ciertos; otros más, falsos. Pero eso poco importa. Lo que realmente ha buscado Andrés Manuel es el impacto mediático y político, y éste siempre lo ha obtenido.
Durante las movilizaciones que llevó a cabo en 1995 en protesta por el presunto fraude electoral de Tabasco de 1994, López Obrador dijo que una persona no identificada le proporcionó cajas con copias de facturas que demostrarían que Roberto Madrazo, el candidato del PRI, habría gastado mucho más del límite establecido para la elección. La PGR examinó los documentos y los mandó a la Procuraduría de Tabasco para presentar cargos. Pero esta última determinó que las copias no comprobaban el ilícito.
En marzo de 2000, cuando era candidato a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal, López Obrador acusó al panista Diego Fernández de Cevallos de haber recibido ilícitamente unos terrenos en Punta Diamante, Acapulco, como soborno de José Francisco Ruiz Massieu cuando éste era gobernador de Guerrero. Lo que realmente ocurrió es que el Gobierno guerrerense le dio legalmente a Fernández de Cevallos esos terrenos en pago de una indemnización por una previa expropiación indebida. La indemnización la obtuvo el panista sólo después de ganar un largo litigio en los tribunales.
En la elección presidencial de 2006, López Obrador acusó a la empresa Hildebrando, propiedad de Diego Zavala, cuñado de su rival panista Felipe Calderón, de haber obtenido contratos indebidos del Gobierno de Vicente Fox y de no pagar impuestos. Al final no hubo pruebas ni de que los contratos fueran ilegales ni de que Hildebrando hubiese evadido impuestos.
Acusar de corrupción a los rivales no es un simple incidente sino parte fundamental de la estrategia política de López Obrador. El ex candidato presidencial no está inventando el hilo negro. La táctica del muckraking, de “levantar estiércol” –el término lo inventa Theodore Roosevelt en referencia a un pasaje de la novela Pilgrim’s Progress de John Bunyan—, ha sido muy común en los procesos políticos del mundo desde que tenemos memoria. Ya Pericles y sus más cercanos colaboradores, Fidias y Aspasia, fueron acusados de corrupción en la Atenas clásica. Las acusaciones de impiedad, corrupción e inmoralidad eran el pan de cada día en el viejo senado romano.
Lo lógico, por lo tanto, es que las predicciones de Monreal y López Obrador se cumplan. Claro que habrá nuevos documentos y nuevas acusaciones contra Mouriño, quien es un blanco fácil para este tipo de campaña política. Mouriño no sólo es el secretario de Gobernación sino amigo cercano del presidente –por lo que cada golpe a él le duele a Calderón—, pero además es un posible candidato a la Presidencia de la República en 2012. Lo realmente sorprendente sería no ver ataques en su contra programados para irrumpir en los medios cada determinado tiempo.
Quizá algunas acusaciones tengan sustento, pero eso no importa demasiado. La experiencia demuestra que, para propósitos políticos, es más importante lanzar la piedra que comprobar acusaciones que en algunos casos pueden ser complejas desde el punto de vista legal.
Hasta ahora Mouriño se ha mantenido en el puesto con el claro respaldo del presidente. Si Calderón acepta la renuncia de su actual secretario, apenas unas semanas después de haberlo traído al Gabinete, estaría reconociendo su debilidad política.
Pero quizá el propio López Obrador no quiera eliminar de inmediato a Mouriño. Le conviene tenerlo ahí presente, vivo políticamente, como respuesta fácil cada vez que alguien trae a colación las imágenes de René Bejarano recibiendo dinero de Carlos Ahumada o las asignaciones directas de contratos para el segundo piso del Periférico.
Levantar estiércol, después de todo, no es algo que sólo hagan los perredistas.
PROBLEMAS DE FONDO
Al final el Sindicato Mexicano de Electricistas no quiso probar la fuerza del Estado y aceptó renovar su contrato colectivo de trabajo. El centro del país no se quedó ayer sin electricidad, pero los problemas de fondo de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro no se han resuelto. La empresa sigue teniendo pérdidas impresionantes. A pesar de cobrar tarifas altas, sus gastos son casi el doble de sus ingresos. Su servicio es pésimo. El subsidio que recibe es regresivo porque se obliga a los contribuyentes de toda la República a apoyar un servicio para la región más rica del país. Lo peor de todo es que la Constitución no permite la competencia. Es una Ley hecha para debilitar a México y a los mexicanos a cambio de fortalecer a un sindicato abusivo.