Como si el mundo fuera a terminarse, decenas de parejas de homosexuales abarrotaron el pasado martes las oficinas de registro civil de California para contraer matrimonio.
Ese día entró en vigor la decisión de la Suprema Corte Estatal tomada el pasado 15 de mayo que autoriza las uniones gays para beneplácito de unas 102 mil parejas que existen en dicha entidad.
Son tales las angustias económicas que sufren los californianos por los precios de la gasolina y los estragos de los créditos hipotecarios que la llegada de las uniones de homosexuales fue vista como un aliento comercial y financiero.
Según la agencia EFE, el casamiento de miles de parejas de homosexuales generará más de 60 millones de dólares de ingresos adicionales al Gobierno Estatal y unos 600 millones de dólares a la economía en general por la compra de pasteles, trajes, anillos y regalos, amén de la derrama en todos los servicios que giran alrededor de las bodas civiles.
Se calcula que más de 50 mil parejas del mismo sexo podrían contraer matrimonio en los próximos meses aprovechando la nueva disposición estatal.
Algunos analistas estiman que unas 67 mil parejas más de homosexuales se trasladarán de otros estados a California para tomar ventaja de esta aprobación legal.
En San Diego se realizaron 230 casamientos el día que entró en vigor este reglamento y cantidades mayores de uniones se registraron en Los Ángeles y San Francisco.
En algunos casos las celebraciones fueron prácticamente una kermés de pueblo, algunos homosexuales acudieron al registro civil con sus familias completas, sin olvidar a la abuelita y en algunas ocasiones al perro y al gato.
En otros casos, especialmente entre mujeres lesbianas, las uniones se desarrollaron con mayor discreción y varias de ellas evitaron a los periodistas y fotógrafos.
Fueron pocos los hispanos que contrajeron matrimonio, en general los matrimonios gays fueron anglosajones y la mayoría de “ellos” y “ellas” eran de edades maduras, entre los 40 y los 60 años de edad. En San Francisco dos mujeres mayores de 80 años se casaron luego de haber vivido juntas durante cinco décadas.
La autorización de los matrimonios del mismo sexo en California permitirá que estas parejas cuenten con derechos similares a las parejas heterosexuales, incluyendo el derecho a adoptar niños así como a los beneficios fiscales y testamentarios.
Pero no deben cantar victoria porque semanas atrás una organización de ciudadanos se propuso levantar un millón de firmas para registrar una propuesta a ser votada el mes de noviembre para anular los matrimonios gays.
Habida cuenta que las encuestas señalan que la mayoría de los californianos está en contra de estas uniones, se espera que la decisión de la Suprema Corte Estatal sufra un severo revés en los comicios del primer martes de noviembre.
De ser así no queda claro qué sucederá con los enlaces contraídos en estos meses y si la nueva prohibición tendrá un carácter retroactivo al mes de junio.
Lo cierto es que el jolgorio gay está en pleno apogeo y muy al estilo de California la nueva ley se convirtió en materia de controversias, por un lado impera el júbilo y por el otro el malestar al ser autorizada una unión civil que va en contra de la naturaleza propia del hombre y la mujer.
Pero a decir verdad la tolerancia y prudencia de los californianos fue sorprendente porque en las oficinas del registro civil no hubo protestas ni desaguisados, los cientos de gays que contrajeron nupcias fueron tratados con cortesía y respeto.
Esperamos que ellos también respondan igual si los ciudadanos de California deciden a través del voto dar marcha atrás a esta ley el próximo mes de noviembre.
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