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Junio: Maestros reprobados

EL COMENTARIO DE HOY

Francisco Amparán

Seguimos haciendo un recorrido de algunas de las noticias más significativas en el año que termina. Le toca el turno al mes de junio.

De alguna manera, la noticia no nos tomó tan de sorpresa. Después de todo, según casi todas las mediciones internacionales, nuestros estudiantes andan en los niveles más bajos, en cuanto a rendimiento, de todos los países en que se hacen evaluaciones de este tipo. Si los muchachos andan tan mal, evidentemente quienes los guían no han de ser ningunas lumbreras. Algo tiene que andar mal en la primera mitad de la ecuación enseñanza-aprendizaje.

Pero que 46.3% de los profesores que tomaron una prueba para medir su rendimiento resultaran reprobados constituye una cachetada al rostro de la República. Luego que se le dedica un porcentaje tan alto del PIB a la educación; luego que soportamos los desplantes del Sindicato de Maestros como si fueran los salvadores de la Patria; y luego de oír tantas gansadas sobre lo importante que es el gremio para el futuro, los resultados de esta prueba ponen en su lugar a una buena parte de quienes conducen la educación en este país: no sirven para maldita la cosa.

Que un profesional no demuestre la capacidad mínima para el desempeño de sus labores es, sin duda, negativo. Pero que el profesional reprobado tenga como chamba, precisamente, saber y ser capaz de transmitir ese saber, resulta ya no sólo vergonzoso sino patético. Y el país, sus generaciones futuras, son quienes vendrán pagando el pato.

¿A qué se debe tan bajo nivel del profesorado? ¿Que no hay cursos de actualización, modernización de programas, nuevos enfoques a cada rato? ¿Qué es lo que está fallando?

La raíz del mal, como ocurre con muchos de los lastres de este país, tiene que ver con un sindicalismo monopólico, cerrado, premoderno y mafioso, que no sirve para otra cosa que saquear dinero público, preservar canonjías y controlar a sus agremiados con fines políticos. Si éstos trabajan, o si lo hacen bien, no le importa mayormente al sindicato. Después de todo, quién sabe cuántos maestros no se paran en un aula desde hace años porque están “desempeñando funciones sindicales”.

Por otro lado, está la mentalidad de al menos una parte del gremio. Recuerdo con estupor el comentario de un líder magisterial, que se oponía a las clases de computación en secundaria porque los chiquillos “se iban a agringar”. En pleno Siglo XXI, un idiota que se dice educador, ¡quiere condenar a nuestros niños al equivalente al analfabetismo! Con esa mentalidad, con esa cerrazón de perspectivas, está difícil que se saque adelante a cualquier programa educativo, por bien diseñado que esté.

Y con estos resultados, a ver si ahora sí la Maestra cierra la boca. Es evidente que no tiene ninguna autoridad moral para hablar. Sobre nada.

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