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La alegría es un premio en sí misma

Palabras de poder

Jacinto Faya Viesca

Ante los distintos estados de ánimo por los que pasamos constantemente, muy probablemente el que más nos agrada es el de la alegría; y consiste en la animación o sentimiento grato que produce la posesión o esperanza de obtener algún bien.

La portentosa inteligencia de Quevedo observó la enorme importancia de este sentimiento, al haber escrito: “Entre las desventuras (desgracias), ninguna hay mayor que la falta de alegría”. Quevedo no ve la falta de alegría como una desventaja, sino como una desgracia. ¿Qué acaso podemos llamar a la alegría para que se instale con mayor frecuencia en nuestros corazones?

El filósofo alemán Schopenhauer le otorgaba a la alegría una descomunal importancia. Nos dice, que este sentimiento y estado de ánimo no constituye un medio para obtener ciertos resultados, sino que el estar alegres es el mejor premio en sí mismo.

Séneca tenía un punto de vista muy interesante sobre la alegría. Este pensador estoico no le daba tanta importancia a este sentimiento, pues él sabía que así como nuestra tristeza no iba a ser duradera, tampoco lo sería la alegría. Lo importante en el pensamiento de Séneca, es que su filosofía como arte de vivir, se orienta más que todo, a fortalecer nuestro carácter, a no ser juguetes de la Fortuna, a estar preparados y valerosos para todo tipo de acontecimientos desafortunados que nos sucedan.

Séneca es uno de los más grandes maestros que ha dado la humanidad en cuanto forjar en nosotros una concepción de la vida mucho más realista, y una visión encaminada a ser mucho más valientes. Vale la pena que transcribamos un pensamiento contenido en su obra, Cuestiones Naturales; Séneca escribió:

“Nadie se confíe cuando las cosas le sean favorables, ni se desanime cuando le sean adversas: la Fortuna es alternante. ¿Por qué te alegras como si estuvieras definitivamente seguro? Eso que te va elevando a lo más alto no sabes dónde te dejará: tendrá su fin, que no será el tuyo. O, ¿por qué te abates? Si caíste a lo más bajo, aún puedes subir: las cosas contrarias cambian a menudo a mejor, y las favorables a peor. Hay que percatarse de la variabilidad, no sólo en la suerte o fortuna de las familias, que un leve imprevisto destruye, sino también en la de los reinos”.

Séneca fue el maestro del Emperador Nerón, y cuando éste le mandó ordenar que se quitara la vida, Séneca en su casa y en presencia de su esposa, familiares y amigos, se cortó las venas siguiendo la orden de los oficiales romanos que había enviado Nerón. Séneca no expresó tristeza, no se quejó ni exclamó el más mínimo lamento, sino que dedicó los últimos minutos de su vida, a consolar a su esposa, familias y amigos. ¿Y nosotros, qué acaso no temblamos como una débil hoja zarandeada por el viento, ante cualquier mínimo problema?

Critilo nos dice, que en efecto, la alegría es el estado más placentero que podemos experimentar, y que además, está bastante más a nuestra disposición que lo que jamás pensamos. La alegría nada tiene que ver con las riquezas, el poder, la posesión política o aun la salud. ¿Qué la historia no nos ha enseñado la alegría que tantos creyentes experimentaban cuando se dirigían a la hoguera? ¿Y qué no nos ha enseñado de la inmensa cantidad de soldados que morían en los campos de batalla, cantando? ¿En serio ignoramos el ejemplo de incontables personas que permanecen alegres ante enfermedades terminales?

La alegría, nos dice Critilo, está mucho más a nuestra disposición, y si no, experimentémoslo: cuando nos encontremos turbados, analicemos lo que hemos pensado o nos hemos dicho minutos antes de nuestra turbación. Casi siempre, cuando se ensombrece nuestro buen ánimo, es porque le estamos dando cabida a una serie de ideas irracionales, ideas sin fundamento, y con escasísimas probabilidades de que nos suceda lo temido.

La alegría es tan importante, que debemos combatir todos nuestros pensamientos catastróficos que nos impiden que esta riqueza de la vida que es la alegría, nos invada con mucha mayor frecuencia. Recodemos que en las Epístolas Apostólicas constantemente se repite la frase: “Siempre alegres”. El Papa Clemente XIV en sus Cartas escribió: “Soy, señora, de la opinión de Benjamín; he decidido estar alegre aunque el buque se vaya a pique”. Y también escribió: “La alegría es el bálsamo de la vida”.

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