“Volverán a decir que somos un peligro para México”.
Andrés Manuel López Obrador
El mensaje que Andrés Manuel López Obrador lanzó este 18 de marzo desde el Zócalo de la Ciudad de México es realmente ominoso. Si el Congreso siquiera da entrada a una iniciativa de reforma energética que no sea la que él quiere, López Obrador y sus simpatizantes paralizarán el país.
“El despojo del petróleo –dijo el perredista el 18 de marzo, con palabras casi exactamente iguales a las que usó en el mitin del 24 de febrero junto a la torre de Pemex— dejaría latente el riesgo de una confrontación violenta, lo cual nos puede llevar a más sufrimiento, inestabilidad política y social, al predominio del uso de la fuerza y no necesariamente a la emancipación del pueblo”.
¿Qué forma tomaría esta “confrontación violenta”? No lo dijo el “presidente legítimo” este martes. Al igual que en la reunión del 24 de febrero, López Obrador le dejó a Claudia Sheinbaum la responsabilidad de detallar la amenaza:
En el momento mismo en que se presente una iniciativa de reforma energética con la que López Obrador no esté de acuerdo, se llevará a cabo una “huelga legislativa” por parte de las fracciones del Frente Amplio Progresista y se instalarán “cercos ciudadanos” en el Senado y la Cámara de Diputados así como en las sedes de los gobiernos y los congresos de los estados. Si no se retira la iniciativa, se harán cercos ciudadanos en los aeropuertos del país y en las instalaciones administrativas estratégicas petroleras y financieras. También habrá “bloqueos ciudadanos” en las carreteras de todo el país y un “paro patriótico nacional”.
López Obrador afirmó este 18 de marzo: “Es preferible actuar ahora y no permitir que la derecha termine por desestabilizar al país. Lo repito: ellos son los más tenaces violadores de la Constitución y las leyes. Nosotros no queremos violencia. Nosotros vamos a transformar a México por la vía pacífica”.
Habrá que preguntarse si un bloqueo de los aeropuertos, las instalaciones petroleras, las instituciones financieras y las carreteras de todo el país es un acto pacífico de protesta. En el Distrito Federal quizá lo sea, ya que las autoridades le prestarán la Policía y todo el apoyo necesario a su jefe López Obrador, como ya lo hizo Alejandro Encinas en 2006 durante la toma del Paseo de la Reforma y de una parte del Centro Histórico de la ciudad. Por si alguna duda había, en la reunión del martes en el Zócalo estuvo presente el actual jefe de Gobierno de la capital, Marcelo Ebrard (a pesar de que el día era laborable y eran horas de oficina), quien de esta manera manifestó su apoyo al movimiento. En el resto de la República, empero, habrá sin duda mayor resistencia a la “resistencia pacífica” de Andrés Manuel.
López Obrador tiene, por supuesto, todo el derecho de hacer sus propuestas y de utilizar la enorme fuerza política que él y su partido han acumulado para promoverlas. Lo que no tiene derecho a hacer es a amenazar al país en caso de que alguien haga una propuesta diferente a la suya. Esto es simplemente un chantaje.
El propio López Obrador se da cuenta de ello. Por eso trató de curarse en salud en el mitin de este 18 de marzo: “Ya sabemos que se nos vendrán encima con sus campañas de desprestigio en los medios de comunicación. Nos llamarán alborotadores, violentos, intransigentes. Dirán que queremos que le vaya mal al país y volverán a decir que somos ‘un peligro para México’”.
Por supuesto que habrá muchos que lo digan. Y con toda la razón del mundo. Cualquier país puede considerar un peligro a un político que amenace con paralizar la vida económica de la nación si el Gobierno no obedece puntualmente sus instrucciones. Ya imagino lo que haría ese Gobierno cubano que tanto admira López Obrador si algún disidente se atreviera a lanzar una amenaza que fuese siquiera una pálida sombra de la que él mismo ha dado a conocer.
Yo en lo personal —como muchos millones de mexicanos— pienso que el monopolio del que goza Pemex es una de las razones fundamentales de los problemas económicos y de la pobreza de nuestro país. El recurso en el subsuelo debe seguir siendo propiedad de los mexicanos, como lo es en todos los países del mundo, pero los mexicanos no debemos aceptar que una empresa tenga el monopolio sobre toda la exploración y producción de petróleo y sus derivados.
Pero en todo caso ésa es mi idea. Una cosa es que esté yo dispuesto a defenderla con todos los argumentos a mi alcance y otra muy distinta que amenace con paralizar la economía nacional si el Gobierno y el Congreso no se pliegan a mi posición.
GUERRA CONTRA IRAK
Ayer se cumplieron cinco años de la invasión a Irak por parte de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos y de algunas tropas de países aliados. El presidente estadounidense George W. Bush justificó en ese entonces el ataque diciendo que el Gobierno iraquí tenía armas de destrucción masiva y que había un vínculo entre el Gobierno de Irak y la organización terrorista islámica Al Qaeda. Las dos afirmaciones, no obstante, resultaron falsas. Washington nunca declaró formalmente la guerra a Irak, pero el presidente Bush afirmó en mayo de 2003, a bordo del portaaviones Abraham Lincoln, haber conseguido la victoria. La violencia, sin embargo, no ha terminado. A cinco años de distancia, la guerra no declarada ha costado al Gobierno de los Estados Unidos unos 500 mil millones de dólares. El número de muertos se aproxima quizá al millón, la enorme mayoría civiles iraquíes.