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La audacia de la esperanza

Yamil Darwich

Mucho antes de que iniciara formalmente la campaña presidencial de EUA, un joven senador y escritor norteamericano promovía su libro: “La audacia de la esperanza”; era Barack Obama, cuarentón de color, atlético, ejemplo del sueño americano, que sabía lo que deseaba para su futuro inmediato: ser el presidente del país más poderoso del mundo.

Otros políticos veían en él la oportunidad de romper con los moldes tradicionalistas de la política y un asistente de Al Gore, había declarado: “aparentemente está utilizando la gira para promover el libro con el fin de probar los vientos presidenciales” y era verdad.

En su libro resumía su tesis: un llamado a la unión partidista cultural y enfrentar juntos los desafíos del siglo XXI: “No existe un Estados Unidos liberal y un Estados Unidos conservador. Solamente existen los Estados Unidos de Norteamérica”, decía a sus oyentes despertando en ellos sentimientos de esperanza.

Barack Obama, es producto de la sociedad multicultural y multiétnica de los EUA; de padre keniano y madre norteamericana, durante su niñez y adolescencia debió superar las diferencias culturales.

Las tradiciones africanas, con pobreza e iniquidad, se confrontaban con los usos y costumbres del norteamericano de clase media baja de Illinois; aún más, como muchos de su generación, tuvo que afrontar el reto de comprender a padres divorciados y un padrastro indonesio, que aportaba la suyo en aprendizaje cultural.

En Hawaii, durante su niñez, padeció la discriminación, tanto así que, un entrenador deportivo, le ofendiera al negarle tocara hojas de información del tablero escolar porque “podría mancharlas”.

Con el básquetbol, su físico le aventajó y ayudó a relacionarse con sus compañeros, llegando a ser titular del equipo; también crecían sus gustos por la lectura, base de sus capacidades como escritor, que más adelante le permitiría pagar sus deudas y comprar casa en un buen barrio, para la familia constituida con su esposa y dos hijas.

Sin tener excelentes calificaciones pudo ingresar a la universidad Occidental y de ahí dar el salto a la de Columbia. Tenía claro lo que quería para sí y empezó a destacar como excelente orador y líder estudiantil; contaba con su formación intercultural unida al hábito de estudio, para definir su plan de vida en la política.

Al graduarse, buscó trabajo en organizaciones políticas y de servicio social-comunitario; tuvo que esperar meses para que alguien le diera la oportunidad, viajando a Chicago para reafirmar su vocación por la política y el servicio.

De inicio, algunos pobres de visión veían pocas posibilidades en el joven negro, que para colmo tenía el nombre de Barack –bendición de Dios- y antecedentes impopulares en nombres islámicos: una abuela paterna llamada Sarah Hussein.

Sin renunciar a su genética social, se aseguró de decir a cuanto auditorio le escuchaba que sus orígenes eran kenyanos y norteamericanos, además cristiano.

Sus estudios de posgrado en leyes, en la universidad de Harvard, –donde había estudiado su padre años atrás– terminaron por redondear su formación académica, que sumó a la experiencia en trabajo comunitario, para ingresar con paso firme a la carrera política; recibió el impulso necesario al aprovechar la oportunidad de ser designado orador inaugural de la Convención Nacional Demócrata, en Boston, en 2004.

Su grata presencia física, don de trato, la clara y sencilla manera de expresarse, sumaron en una estrella política joven, demócrata, que a muchos hace recordar a John F. Kennedy, hecho que el nuevo presidente de EUA supo explotar desde el primer momento. Un ex presidente del Comité Nacional Demócrata lo describió: “Barack es el sueño americano… definitivamente es lo mejor que este país puede ofrecer, y eso hace que el Partido Demócrata se sienta orgulloso”.

“Den un salto de Fe conmigo”, dijo Obama a sus partidarios, enfrentando juventud ágil y dispuesta a lograr el cambio, contra la experiencia de John MaCain, que supo convertirla en “edad madura”.

La oportunidad para Latinoamérica estriba en su convencimiento de que EUA tendrá calidad de vida en tanto sus vecinos del planeta la alcancen; enemigo inteligente de la tradicional actitud bélica de los políticos tradicionales, ofrece esperanza al mundo ansioso de paz y muy particularmente a los padres de familia, que ya no desean ofrendar a la guerra más vidas de hijos.

Su visión de relaciones con México, aparentemente es de apoyo para el desarrollo y búsqueda de fórmulas efectivas para combatir problemas como el narcotráfico y la inseguridad.

Desde ahora, los mexicanos, habremos de comprender que la solución de los problemas está en nosotros con los recursos propios y que sus compromisos con sindicatos y agrupaciones de negros serán una limitante en temas de migración, Tratado de Libre Comercio y trabajo; es de preocupar su liberalismo, que bien podría ofender nuestras tradiciones y creencias.

Lo mejor: reaccionar y cambiar por nosotros mismos.

ydarwich@ual.mx

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