Lo veo muy serio, con la vestimenta que usa el Ejército para hacer la talacha. Se ha vuelto tradicional que de vez en cuando, en señaladas ocasiones, porte el uniforme militar. Ni duda cabe que se ve bien en la foto que lo muestra con chaqueta impermeable, recorriendo las calles de Tlaltenango, Zacatecas. Trae puesta la gorra de oficial en jefe que porta las insignias de las fuerzas armadas. Camina entre el bullicio de los pobladores, para constatar la situación que enfrentan con motivo de las intensas lluvias que ahí se están registrando, produciéndose el desbordamiento del río Xaloco, y el enlutamiento de hogares circunvecinos.
Se observa a un mocetón, que avanza a escasos metros del presidente, con gabardina desabrochada, para lo que se pueda ofrecer. Un hombre de cachucha estira su brazo, con la palma de la mano hacia abajo, entorpecido por un guardaespaldas junto con otro sujeto que viste prendas semejantes, impidiéndole aproximarse, suponiéndose sean parte del aparato de seguridad que rodea al presidente. Dado que en las fotos aparecen congeladas las imágenes, no es fácil especular sobre las pretensiones del de la cachucha. Aunque si estuviéramos escribiendo el argumento de una novela, diríamos que recuerda aquella mano empuñando un arma de fuego que hirió de muerte a un candidato del PRI, a pesar del impresionante dispositivo que le protegía. En este caso no hay quién diga cuál era el drama que estaba representando el sujeto desconocido que, eso sí, no le quitaba la vista de encima a Felipe Calderón… ni la cachucha. Lo más seguro es que éste no corrió ningún peligro, tratándose de un inocente espectador queriendo hacerle llegar una petición.
No obstante, de que hay loquitos de todas clases los hay. La nota que se puede encontrar en la página 11A de la edición del pasado domingo, en El Siglo de Torreón, sobre este asunto, intitulada Recorre Calderón zonas afectadas en Zacatecas, dice que no faltó quién solicitara, de regalo, un automóvil, pero no cualquiera, sino uno modelo 2008, recién salido de la fábrica. Todo indica que era una imploración, suponemos externada con cierto sarcasmo, que pinta de cuerpo entero la escena en que un político ofrece ayuda y los damnificados lo toman a la chacota, sabiendo lo inconstantes que suelen ser los que gobiernan. -Esta visita se suma a la aceptación de Felipe Calderón a las propuestas del Gobierno del DF sobre la designación de Manuel Mondragón y Kalb como titular de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina y de Miguel Mancera como procurador local, demostrando el Ejecutivo Federal, en ambos casos, sensibilidad política. A casi dos años de haber tomado posesión como presidente, está aprendiendo a golpear con guante blanco-.
Las calles de Tlaltenango estaban invadidas por el lodo. Sin duda se trató de un fenómeno natural, en el que los vecinos fueron presa de los elementos. Cuando menos de eso nos enteró la gobernadora Amalia García, justificando así la tragedia, que hundió en la preocupación y la angustia a los que perdieron sus negocios, sus herramientas, sus muebles, la camioneta con la que trabajaban o la siembra que apenas se levantaba menos de medio metro. Queda claro que la casualidad, lo fortuito, son los responsables no la falta de mantenimiento de los servicios públicos. El presidente Calderón miró, oyó y se dejó fotografiar, quedando grabada la escena donde aparecen sus guardaespaldas y el hombre de la cachucha. Estaremos de acuerdo en que más no podía hacer, excepto presentarse en el sitio de la desgracia para hacer patente su solidaridad con los lugareños.