EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

La carrera

Diálogo

Yamil Darwich

El mundo cambia con velocidad vertiginosa; los usos y las costumbres están siendo alterados por esa nueva forma de vivir. Hablar del antes y el ahora marca distanciamientos entre generaciones; la vida actual hace diferencias en maneras de pensar y hacer. Los jóvenes conviven en altas velocidades de comunicación y logran adaptarse a ellas; los mayores, nos esforzamos y no siempre tenemos los buenos resultados deseados.

Para ejemplificar lo anterior, conteste con un “sí” o “no” a tres preguntas: ¿usted puede navegar adecuadamente en la Internet?; ¿usa todas las funciones de su teléfono celular?; ¿puede llenar, con facilidad, un pedimento de compra o registro en alguna página electrónica? Si no contestó acertadamente ni se preocupe, aún menos si tiene más de cincuenta años.

Hoy tendemos a lo complicado y sofisticado; las elecciones de canales televisivos evolucionaron a elegir y contratar empresas de servicios; las comidas dejaron de ser simples para transformarse en light; “más sanas y menos naturales”. ¿Se sorprende?

Manejar un vehículo automotor ha dejado de ser experiencia retadora; los viejos debíamos esperar al motor calentarse, revisar temperatura y presión del aceite, luego embragar la primera velocidad y escuchar: “pedía” –aunque los jóvenes no lo crean– los cambios. Ahora: utilizamos sistemas de encendido desde fuera del auto, advertencias varias, tableros complicados y voces que nos orientan en viajes monótonos.

Anteriormente había uno o dos gimnasios grandes en La Laguna; ambos presumían sus modernas pesas de acero inoxidable y otros aparatos, como perillas y costales de box. Atendidos por pesistas empíricos, aseguraban modelar cuerpos ¡mejor que Charles Atlas! Ahora hay que inscribirse, hacerse evaluación de peso, medir masa corporal en porcentajes de grasa y músculo, efectuar estudios de nutrición para definir una dieta adecuada incluyendo complementos alimenticios, encadenándose a vigilancia de horarios y cargar frascos varios. Luego los aparatos electrónicos computarizados, sin olvidar el equipamiento que incluye uniforme de moda, guanteletes, lentes y un buen iPod, para escuchar música, ver televisión y pedalearle a la bicicleta al mismo tiempo. Tal vez sean efectivos; dudo de mayor salud y recreación.

Estamos siendo aplastados por lo sofisticado y …¿eso queremos para nuestras vidas?

Claudio Sánchez y César Madero, cincuentones que gustan del ciclismo de montaña acompañados de amigos, se preparan durante la semana para hacer excursiones en sábados y domingos. Con su permiso, cuento una anécdota que aseguran verdadera, que me sirve como último ejemplo.

Aquel domingo, César se despertó y luego del desayuno energetizante con su ración diaria de complejos vitamínicos, se calzó sus jersey y lycra “Louis Garnaeu” de fibra sintética, atuendo completado con gafas de policarbonato marca “Oakley Flak Array” y un casco “Bell Interceptor” aerodinámico. Claudio, por su parte, calaba sus guantes “Fox” y aseguraba que el “Camelback” contuviera la mezcla ideal de agua y electrolitos, que le aportarían la hidratación necesaria sin interrumpir la marcha.

Todo el equipo había lubricado los rodamiento de sus bicicletas con cera líquida y parafina, exhibiendo variedad de cuadros, marcas “Trek”, “Rocky Mountain”, “Specialized”, etc., con doble suspensión de fibras de carbono y aleaciones de aluminio “Easton”.

En “formación delta”, optimizaban el esfuerzo al cortar el viento, igual que las aves migratorias en vuelos intercontinentales; el pelotón avanzaba con buen ritmo, devorando kilómetro tras kilómetro y, de vez en vez, haciendo cambios de posición para “repartir” el desgaste individual, alardeando precisión milimétrica del ejercicio practicado; sus ritmos cardiacos, perfectamente monitoreados, gracias al reloj de pulsera “Polar”.

De pronto escucharon los “chillidos” rítmicos: “… cuuiiiic…. cuiiiic”, que les llevó a suponer que alguno de los rodamientos “Shimano front derailer”, de titanio, estuviera sufriendo desgaste por el esfuerzo; cabía la posibilidad de que algún neumático se hubiera pinchado; quizá un desperfecto en los sistemas de frenos de disco de última generación.

Todo parecía normal, hasta ver a un desmañanado jornalero rebasándoles despreocupado en poderosa “Búfalo” que “lloraba” por la pérdida del pedal izquierdo, cargando en manubrios bolsa con “lonche”, pala y azadón amarrados al cuadro de su “bici”, esbozando una sonrisa que les pareció burlesca.

Carlos Villarreal decidió alcanzarlo y darle una lección de fortaleza y velocidad; pudiendo, solamente, “pegársele” a la rueda trasera y cobijarse del viento gracias al sombrero y corpulencia del jornalero, terminando exhausto por el esfuerzo, rezagándose nuevamente.

El trabajador regresaba más temprano a casa, por haberse cancelado el corte de melón, recorriendo sesenta kilómetros de regreso.

Los amigos se vieron unos a otros con rostro enjuto y, sin hacer comentarios retomaron su rítmico pedaleo en absoluto silencio, disponiéndose a terminar la ruta planeada para ese domingo. Todos sabían que algo no estaba bien.

Yo tengo la convicción de que aquel jornalero estaba tan sano y fuerte como nuestros amigos ciclistas; él, sin estar esclavizado por la mercadotecnia y consumismo, se transportaba eficientemente en su vieja bicicleta. ¿Usted piensa que algo no anda bien?

ydarwich@ual.mx

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 375038

elsiglo.mx