Cada semana que pasa, la “celebridad más grande del mundo” pierde un poco de su brillo. Se vuelve más real y vulnerable a los ataques. Ya no lleva de gane el concurso de “Mr. Simpatía” y no entiende su estancamiento en las encuestas. Después de todo en su más reciente gira mundial abarrotó plazas. Después de todo él se siente “el elegido”, como Neo, el personaje de los hermanos Wachowski, el hombre que Estados Unidos estaba esperando.
Cada semana que pasa, “el anciano de pelo gris” parece revitalizarse un poco. Gana espacio entre los jóvenes y su campaña se torna “cool”. Contra todo pronóstico se mantiene cerca, muy cerca, de la popularidad de la celebridad y todo pese a que su candidatura conlleva el peso de un Presidente impopular, de una guerra injusta y de una economía enferma. Todo ello pese a que no prende a nadie con sus discursos y a pesar de que los videos en Youtube lo muestran durmiéndose en las sesiones del Senado y durante el discurso del Estado de la Unión.
El reality show de la batalla por la Casa Blanca se acerca a su final de temporada. En dos semanas los demócratas llenarán a tope un estadio en Denver para vitorear a Barack Obama como su candidato oficial, mientras que los republicanos harán lo propio una semana después con una desangelada ceremonia en Minneapolis para ratificar a John McCain.
El popularómetro muestra que los dos sobrevivientes están en un empate virtual. Las encuestas llevan prácticamente dos meses mostrando los mismos resultados. En sus días buenos, la celebridad está a 6 puntos arriba del anciano, con un margen de error del 2%. La encuesta de ayer ponía solamente una distancia de 3 puntos entre ambos candidatos. Un empate técnico. Y entre los grupos que antes favorecían al elegido demócrata ampliamente, los jóvenes y los votantes independientes, su fortaleza enflaquece.
De acuerdo con una encuesta realizada la primera semana de agosto por Zogby, y corroborada por Rasmussen Report, entre los jóvenes de 18 a 29 años, McCain ha ganado 20 puntos porcentuales, colocándose a escasos 11 puntos de distancia del candidato demócrata. Hace apenas un mes, entre este sector de votantes, Obama lideraba al republicano por 35 puntos porcentuales. Y entre los votantes independientes sucede algo similar. Las mismas encuestadoras le daban 12 puntos de ventaja al demócrata hace un mes y ahora muestran a los candidatos empatados en el voto independiente.
Esos números contradicen las expectativas que la campaña del senador demócrata había levantado al asegurarse la nominación hace ya más de dos meses, cuando prometía una nueva forma de hacer política, sin ataques, con propuestas. El senador se vendía como el único político capaz de unir a republicanos, demócratas e independientes bajo la promesa del cambio y la “audacia de la esperanza”. Quienes votaron por él en las primarias demócratas hoy ven incrédulos su desempeño mediocre en las encuestas. Ya nadie parece esperar una aplastante victoria del demócrata en noviembre. La sombra de Hillary vuelve a rondar entre los demócratas con los ecos de la voz de la senadora diciendo “se los dije” y “esperen al 2012” .
El problema de Obama no radica sólo en los efectos de la campaña negativa que han lanzado los republicanos en su contra en las últimas semanas. Tampoco son solamente los libros que se siguen acumulando que intentan destruir el mito en torno al demócrata. El problema de Obama es que su campaña parece estar en una zona de confort, mientras que la de su rival republicano está innovando constantemente, lo mismo en su sitio Internet que en la forma de cuestionar las credenciales del demócrata.
Las convenciones están ya muy próximas en el calendario y la historia electoral muestra que quienes ganan una elección presidencial en noviembre con una ventaja de por lo menos 10 puntos porcentuales del voto popular (Johnson en 1964; Reagan en 1984; Bush I en 1988; Clinton en 1996) son quienes para agosto del año electoral tenían ya una ventaja consolidada en las encuestas. En otras palabras, como dicen los spots del anciano, no basta con ser celebridad para ganar la Casa Blanca.
Politólogo e Internacionalista
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