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La Columna de Elsa Tirado

Elsa Tirado

Cada vez es más común escuchar esto en cualquier parte. Muchas personas, sin distinción de edad o sexo, son víctimas de este mal que ataca psicológica y emocionalmente, y también podría ser el responsable de desencadenar serios problemas de salud.

Aunque sus causas pueden ser diversas, los especialistas afirman que los casos más comunes que se presentan en su consultorio son causados por el estrés o el exceso de preocupaciones que atraviesan muchas personas diariamente.

“La ansiedad es un estado de tensión que debe diferenciarse de la angustia, porque esta última está relacionada directamente con algo particular. En cambio la ansiedad es más abstracta y generalmente aparece cuando la persona tiene estrés laboral, de casa o estudiantil”, explica Ana Graciela Delgado, psicólogo clínico.

Según los especialistas, el primer paso es encontrar la causa. “Primero se debe estar seguro de que la persona no tiene ningún problema fisiológico o metabólico que le produzca la ansiedad”, explica la nutricionista Carmen Cecilia Bustamante. También toca hacerse una autorrevisión.

“Hay síntomas que permiten detectar que algo está mal, comportamientos que no sólo la persona nota, sino también su entorno. El incremento del apetito, el insomnio o la irritabilidad pueden ser algunas de las señales”, agrega Delgado.

Situaciones que contribuyen a agravar esta situación:

Dietas desequilibradas en las que se produce una ingesta insuficiente de hidratos de carbono, vitaminas y sales minerales, nutrientes todos ellos necesarios para el buen funcionamiento del sistema nervioso. Horarios anárquicos de comidas; realizar sólo 2-3 comidas/día muy distanciadas entre sí...

Consumo habitual de bebidas alcohólicas o estimulantes y tabaco. No hay que olvidar que todo tóxico deteriora en mayor o menor medida el sistema nervioso.

Falta de descanso

Pautas para modificar el comportamiento alimentario en caso de ansiedad:

Distinguir entre sensación de ansiedad y hambre. Respetar los horarios (no saltarse ninguna comida). Conviene retrasar el acto de comer unos minutos a partir del momento en que se experimentan las primeras sensaciones de hambre.

Comer sentado en la mesa, de un modo tranquilo y ordenado (sin mezclar platos).

Retirar la fuente de la mesa después de servirse.

Acostumbrarse a dejar siempre algo en el plato, no comer “lo que sobra”. Levantarse de la mesa en el momento en que se ha terminado de comer. Planificar los menús con tiempo para poder prepararlos adecuadamente.Hacer la compra con una lista evitando “lo prohibido”; llevar dinero justo.No comprar ni cocinar cuando se tiene hambre. Por ejemplo: preparar la cena, después de la comida...

Preparar una lista de actividades que sean incompatibles con comer fuera de hora. Realizar esas actividades cuando se sienta ansioso por comer.

Aprender a relajarse para evitar tensiones que crean primero ansiedad y conducen luego a la sobreingesta.

Muchas veces necesitamos un apoyo para ayudarnos a conducir nuestra dieta y a la vez descargar o comentar las tensiones acumuladas por la frenación en la ingesta.

Nunca más comer a escondidas y nunca más autoinsultarse por haber cedido a la tentación. Nadie es culpable de tener un sistema nervioso hipersensible a una reacción metabólica exagerada.

Hasta la próxima...

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