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La Columna de Rosell

Rafael Rosell

NO TE NOS ARRUGES HUGO

El discurso de Hugo Sánchez de cara al Preolímpico ha cambiado en forma dramática, como buen político mexicano cuando se encuentran en campaña; Hugo prometía que todas las competiciones que el Tri enfrentara habría que ir con la mentalidad de ganarlas, hasta llegar al objetivo final, ganar la Copa Mundial de Sudáfrica, ¡ah, cómo de que no! “Ya basta de mentalidades mediocres, debemos de convencernos que podemos no sólo aspirar, sino incluso convertirnos en los mejores del planeta”, declaraba Hugo recordándonos a José López Portillo cuando sin competidor en las elecciones deliraba, y sin que nadie lo aterrizará nos advertía que habría que administrar la riqueza que sin lugar a dudas se nos vendría encima.

Hugo poco a poco se ha ido topando con la realidad, y con angustia se da cuenta que hablar de ganar una medalla olímpica es más que prematuro. El asunto aquí, es ver si se puede llegar a Pekín. Sánchez sabe que de no conseguir un boleto a los Olímpicos lo pondría en la guillotina, acabando abruptamente con su sueño de llegar al Mundial, tener una brillante participación y catapultarlo a su deseo más ferviente, dirigir en Europa, y de preferencia, ¿por qué no?, al Real Madrid. Sabe que disputarle un lugar, ya no a los norteamericanos, que son los amplios favoritos en llevarse uno de los dos boletos, sino a los canadienses, hondureños o guatemaltecos, y no conseguirlo, aún con una de las mejores selecciones (al menos en el papel) de menores de 23 años de la historia, lo pondría en una posición que incluso sus más acérrimos seguidores (cada vez son menos) no podrían sostener.

La mejor virtud de Hugo como entrenador, todo mundo la comenta, es saber motivar a sus dirigidos, así lo hizo en el único año exitoso de su carrera como director técnico, el 2004, cuando obtuvo los dos torneos con los Pumas de la UNAM. Pero se le agotó el discurso y el equipo se le desmoronó.

Ahora resulta que, aparentemente, después de mantenerse levitando por fin aterriza, ante la cruel realidad de los números que nos indican que cualquier Selección Mexicana, Sub 23 o mayor, que disputa un torneo clasificatorio, ya sea para un Mundial o unos Juegos Olímpicos fuera de nuestro país, fracasa lastimosamente. A visita recíproca, ¡no hay problema!, se pueden compensar las clásicas derrotas contra rivales de una casi inexistente competitividad goleándolos en tu confortable casa.

Hugo entonces habla de que nunca prometió clasificar, dice que no promete, sino que se compromete, habla y se enreda imitando a Mario Moreno (Cantinflas), quizás con la esperanza de caerle mejor a la afición. Una afición que admira al nativo de la Jardín Balbuena (populosa colonia del Distrito Federal), más por sus logros como jugador, y le perdona su pedantería e insufrible actitud, Hugo no se relaja, en cuanto sabe que hay una cámara posa, sobreactúa, se tensa y termina por decir una barbaridad para el día de mañana contradecirse.

Los jóvenes seleccionados acaban por adoptar la actitud del pentapichichi, en sus declaraciones se curan en salud y hablan de darlo todo pero sin garantizar nada.

Una cosa es creer que se fracasará y otra muy distinta desearlo, ojalá a partir del día doce, cuando se enfrente a Canadá en Carson, California, en Estados Unidos, en el primer juego del torneo, una luz divina penetre el enmarañado cerebro del mejor futbolista mexicano de todos los tiempos y lo convierta en un entrenador que comprenda que los que deben de lucirse y acaparar la atención son sus futbolistas, en base, obvio, en un buen futbol, apenas eso, un buen futbol, decoroso, nada extraordinario, que con eso basta y sobra para asistir a China, y ahí sí, con cuadro reforzado, todo lo que escurra será miel.

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