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La conspiración permanente...

Hora Cero

Roberto Orozco Melo

Usted, amable lector, y su familia, y sus vecinos, y sus amigos y yo somos ciudadanos pues así nos acredita una credencial oficial; pero... ¿lo somos realmente? ¿Tenemos voz y voto en lo que se debate ahora mismo en la República?

La cuestión ha devenido inquietante en los últimos días al ver lo que sucede en nuestra azarosa vida pública, lo endeble de las relaciones entre los gobernados y las autoridades, la relativa, condicionada confianza que se tienen mutuamente y la serie de necedades, despropósitos y dislates que escuchamos en los medios electrónicos de comunicación a propósito de lo que sea, de cualquier cosa y aun sobre algunos temas importantes que deberían merecer la mejor de las atenciones.

El centro de lo actual en el Distrito Federal es la paraestatal Pemex, empresa tan grande e importante que es debatida y golpeada como costal indefenso por los líderes de los partidos políticos y sus corifeos y segundones paniaguados. Pemex es desde 1938 la más alta causa nacional e internacional de México, es nuestro orgullo y al mismo tiempo constituye el meollo de nuestras divergencias políticas internas, desde hace setenta precisos años.

Pemex es el patrimonio de la Nación y la esperanza más asequible al fin de consolidar nuestro futuro si logramos otorgarle una independencia administrativa y fiscal del Gobierno, una eficiente dirección interior y una adecuada promoción exterior en aprovechamiento de las oportunidades que ofrece la situación mundial del petróleo si acaso conseguimos modernizar su extracción, si lo convertimos en gasolina y si tomamos un ritmo dinámico en la búsqueda de nuevas explotaciones petrolíferas; pero ¿qué es lo que hacemos? Gastar el tiempo y desperdiciar las oportunidades con palabras y palabras de vida efímera y deplorables consecuencias para el país, tacos de nada para nuestra hambre de nutrir realidades con sueños imposibles.

Vivimos enfermos de democracia, y tan enfermos que confundimos este noble ideal político con la peor de las demagogias posibles. Un frustrado candidato a la Jefatura del Poder Ejecutivo Federal se autoproclama “presidente legítimo de la Nación” y convoca a sus masas para que los extralógicos seguidores alaben su torpe empeño en una lucha que no ata ni desata la situación de Pemex, sino que la agrava, y entretiene las necesarias soluciones en una sociedad global emergente cuya dinámica y consecuencias positivas no podemos ignorar.

Por otra parte, el horno de la situación económica mundial y nacional no está para cocinar bollos. La guerra de Estados Unidos contra Irak por el petróleo y ahora contra Irán por su evidente poderío nuclear. Las acciones del terrorismo mundial no cesan, la crisis económica exalta al descontento popular así en los países altamente desarrollados de Europa como en los subdesarrollados del Oriente Medio, África y América Latina y cada día resulta muy tangible la inminencia de un “crack” financiero mundial de insospechados efectos. Y en México no estamos tan “blindados” como el Gobierno de Felipe Calderón nos dice que estamos.

Las elecciones presidenciales de Estados Unidos no son, tampoco, un signo de tranquilidad. El actual presidente George W. Bush no oculta su propia preocupación y su rostro muestra a un mandatario acongojado por los errores y cercado por los efectos de la endeble posición económica en que dejará a los norteamericanos... y a todo el mundo.

El virtual candidato republicano, mister John McCain, recorre en estos días varios países de Iberoamérica tratando de estimular el voto latino, tradicionalmente demócrata, a favor de los republicanos durante las elecciones del próximo mes de noviembre. El senador Barack Obama, quizá acompañado por la señora Hillary Clinton y otros senadores y representantes demócratas, harán lo mismo para defender su actual ventaja en las encuestas electorales.

En México, amables lectores, estamos en las manos de la partidocracia que nos gobierna desde el Congreso de la Unión. Lo que en el fondo se debate ahora es un reforzamiento de los susodichos partidos políticos como parte de la fortaleza del Poder Legislativo y el debilitamiento del Poder Ejecutivo Federal. En acecho, el señor Andrés Manuel López Obrador extrema la estrategia que demora con intenciones de parálisis toda solución sensata en el caso del petróleo.

Quisiera estar equivocado, pero el camino que tenemos en el inmediato futuro me parece estrecho, nebuloso y complicado. Lo escribió Honorato de Balzac: “Todo poder es una conspiración permanente” .

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