Nuevamente la violencia alcanzó niveles alarmantes la semana pasada. Ciudad Juárez y Durango fueron las ciudades del Norte de la República que se convirtieron en noticia de primera plana a consecuencia de los asesinatos realizados por el crimen organizado.
Tan sólo el viernes diez personas murieron en Juárez. El terror paralizó a la sociedad, después de que por medio de una red de correos electrónicos se advirtiera a los habitantes de esa ciudad que no salieran de su casa, debido a que sería el fin de semana más sangriento de la historia de ese Municipio. Esto obligó a que se suspendiera una corrida de toros, eventos culturales y la presentación del grupo de rock Creedence.
En Durango el viernes las autoridades encontraron seis cabezas humanas dentro de seis hieleras. Apenas el martes una balacera al Oriente del estado dejó como saldo 8 personas muertas. La estrategia del Gobierno Federal de medir fuerzas con el crimen organizado ha desatado una ola de violencia inédita en el país.
De acuerdo a datos de la Procuraduría General de la República las ejecuciones en México han aumentado un 47 por ciento este año respecto a 2007, pues en los primeros cinco meses suman mil 378 muertes perpetradas por el crimen organizado.
Por desgracia, muchas personas se están acostumbrando a esta violencia y en algunos sectores la capacidad de asombro se está perdiendo. La apatía a esta realidad contribuye a la descomposición del tejido social.
Cada vez son más las personas que se dicen ajenas a la violencia en el país, por desgracia ésta no es exclusiva de las fuerzas federales y las bandas del crimen organizado, ya que afecta a todos los sectores de la sociedad, de nada sirve cerrar los ojos a una realidad que ha trastocado la cotidianidad de todas las ciudades.
No podemos convertirnos en una sociedad que cierre los ojos a la violencia y por ende pierda su capacidad de asombro, cuando esto ocurra habremos perdido la libertad ciudadana de caminar por las calles, convivir con los otros y dar muestras de solidaridad. México está viviendo una guerra, pero no podemos deshumanizarnos.