La reciente difusión de un video en el que aparece el director de Seguridad Pública y el jefe de Operaciones de la Policía Preventiva de Torreón, presenciando un baile nudista del género llamado table dance, ofrece un espectáculo frívolo y de mal gusto.
El lanzamiento del video ocurre en el marco de la disputa por el poder, en vísperas de las elecciones para renovar el Congreso de Coahuila, entre dos partidos: El PRI entronizado en el Gobierno del Estado y el PAN que gobierna el Municipio de Torreón.
Con la carga vergonzante que pesa sobre las conciencias de algunos políticos, la difusión del evento busca acreditar que todos los personajes públicos son “iguales” sean del partido que fueren y en parte tienen razón, porque la naturaleza humana caída nos hace pecadores a todos. La única diferencia, está entre quienes aceptan o rechazan las normas que impone la propia ley natural.
Otro objetivo del trabajo de “Inteligencia” que impulsó el lanzamiento del video, es difundir la advertencia del Big Brother o poder oculto, que amenaza al adversario político y a la sociedad en su conjunto: “¡Te estoy viendo y vigilando y ninguno de tus actos escapa a mi conocimiento y control”.
Con independencia del morbo que suscita, el contenido del video es irrelevante en el sentido de que no ofrece elementos para emitir un juicio de valor respecto a la calidad de los jefes policiacos como funcionarios públicos, ni en cuanto a su moral personal; aunque este último tema pertenece a la vida privada y por tanto, está fuera del alcance del derecho a informar que tienen los medios de comunicación y del derecho a la información del público.
La cuestión no consiste en determinar si lo que vimos en el video es bueno o malo o dada su irrelevancia, está más allá del bien y del mal. Lo importante es preguntarnos en cuanto sociedad que somos, cómo hemos generado tal ambiente de vulgaridad, en el que el escándalo es la medida del impacto noticioso.
Después de la propagación inicial del video, el siguiente paso fue cuestionar sobre el particular al alcalde, a los líderes de Iniciativa Privada, así como a los simpatizantes y adversarios políticos de la Administración municipal de Torreón, para formar dos bandos; uno del lado de los fariseos dispuestos a lanzar sus piedras y otro del lado de la mujer adúltera, para dar vuelo a la confrontación estéril en que hoy por hoy, está inmersa nuestra ciudad.
La danza es una de las bellas artes, que parte de la expresión corporal mediante el movimiento al ritmo de la música. Existe belleza tanto en la danza clásica como en la folclórica y desde luego en la vertiente del baile sensual, que alcanza su más alto nivel en la danza oriental de los siete velos.
Lo lamentable es que la danza sensual ha sido desviada hacia la explotación comercial del sexo, degenerando en formas cada vez más burdas, indignas de ser consideradas artísticas.
La condición para la estética es la armonía y el presupuesto de la armonía en el caso del baile, es la disciplina que lleva al conocimiento de la técnica y el dominio corporal. El table dance se reduce a la exposición convulsa de la desnuda intimidad de una mujer frente a la mirada lúbrica de espectadores alcoholizados, en un escenario oscuro y ruidoso, por lo que de ninguna manera conduce al gozo estético, sino al aturdimiento de los sentidos y a la denigración de nuestro ser racional.
Dos reportajes fueron publicados en El Siglo de Torreón el sábado y domingo pasados, en los que se presentan respectivamente, las caras luminosa y siniestra de la danza. El reportaje del domingo tributa un reconocimiento al Ballet Nahucalli, adscrito al Teatro Isauro Martínez de nuestra ciudad, por sus diez años de existencia, en los que ha llevado de la Comarca Lagunera a muchas partes del mundo, la danza folclórica nacional.
La edición del sábado reproduce un reportaje originado en la Ciudad de México, en el que se presenta a los llamados “clubes de mujeres para mujeres”, en los cuales bailarinas semidesnudas bailan para deleite de otras mujeres, como instrumento de liberación sexual de la mujer mexicana del Siglo Veintiuno.
La desconcertante propuesta reconoce su origen en la comunidad lésbica, pero sale del clóset y entra al ambiente nocturno a disposición de las mujeres heterosexuales, como presunta herramienta de emancipación social.
Por ese camino, no nos extrañe que dentro de algunos años se vuelva a exhibir a personajes públicos de cualquier partido en nuestra Ciudad, pero ya no en relación a un festejo de la gendarmería, sino de las Señoras del DIF del Siglo Veintiuno, solazándose en un espectáculo de mujeres para mujeres.
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