El primer semestre de la economía mexicana no fue malo. Los resultados fueron mejor a lo esperado, en particular si los comparamos con las lúgubres expectativas que había al inicio del año, cuando se temió lo peor por la posibilidad de que la actividad económica de Estados Unidos (EU) registrara una caída importante como resultado de sus crisis inmobiliaria y financiera.
En efecto, analistas y autoridades de EU, así como organismos internacionales, nos hicieron pensar en varias ocasiones que la economía estadounidense estaba por sufrir, en la primera parte de este año, un descalabro importante como resultado de esas crisis.
No extraña, por tanto, que muchos temieran que ello tuviera repercusiones negativas sobre el desempeño de nuestra economía, llevando a previsiones que contemplaban una caída importante en nuestro ritmo de crecimiento durante 2008.
Los datos a la fecha, si bien muestran un debilitamiento de la actividad económica en EU, están todavía lejos de reflejar la crisis que se temió hace meses. Por consiguiente, las cifras de la primera parte del año en México no manifiestan repercusiones negativas de la pérdida de vigor estadounidense.
El crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en el primer semestre, respecto a igual período de 2007 fue alrededor de 3 por ciento. Este ritmo, si bien lejos del que desearíamos lograr, no difiere de manera significativa del que hemos venido registrando en el pasado reciente.
Esto se debe, por un parte, a que la planta industrial de EU tampoco resintió en ese período una pérdida de vigor significativa; mientras que, por otra parte, ayudaron las políticas públicas contra cíclicas aplicadas en nuestro país.
Los próximos meses, sin embargo, quizá no sean tan alentadores. El panorama en EU todavía no se despeja del todo. Falta ver el efecto que tendrá sobre el gasto de sus consumidores la caída en el precio de las viviendas y el alza del petróleo, que se acerca a los 150 dólares por barril.
No perdamos de vista, además, que las voces de alarma continúan presentes en las declaraciones y actitudes de las autoridades monetarias de EU, que siguen mostrando un alto nivel de preocupación por el futuro próximo.
En ese contexto, no considero que existan elementos de juicio suficientes para concluir, como hacen algunos analistas y autoridades, que el segundo semestre será mejor que el primero.
Me parece, más bien, que en lo que resta del año la industria mexicana resentirá algo más la problemática económica que aqueja a nuestro vecino del Norte. Esto quiere decir que a pesar de las medidas del Gobierno mexicano, en particular, el mayor gasto público financiado con los excedentes petroleros, el ritmo de expansión en México seguirá siendo mediocre, oscilando alrededor o por debajo del 3 por ciento hacia el cierre del año.
La inflación, por su parte, sigue con la trayectoria alcista iniciada desde 2006. El 9 de este mes, cuando se de a conocer oficialmente el dato de junio, veremos que se ubicó por encima del 5 por ciento, cifra no vista desde diciembre de 2004. Si incorporamos la represión de precios por la proliferación de pactos y controles, en particular en el caso de la gasolina, la inflación estaría cercana al 7 por ciento.
Es difícil que haya un abatimiento sensible de este fenómeno en lo que resta del año, más si reconocemos que existen muchas empresas en espera de trasladar en mayores precios el incremento de costos que experimentaron en meses recientes. La inflación, en consecuencia, se mantendrá alrededor del 5 por ciento al fin del año.
Las presiones crecientes de precios convencieron a Banco de México (Banxico) para que, por fin, decidiera elevar en un cuarto de punto porcentual las tasas de interés, en lo que quizá sea la primera de varias alzas en lo que resta de 2008.
En efecto, en múltiples ocasiones he insistido que el comportamiento de la inflación requiere de una política monetaria restrictiva. Nuestras autoridades monetarias se dilataron en actuar, por lo que ahora las tasas necesitarán elevarse más, quizá cerrando el año por encima del 8 por ciento, para contener las presiones existentes de precios y evitar que se desalineen las expectativas inflacionarias.
En relación con nuestra balanza comercial, esta sigue beneficiándose del alto precio del petróleo, que propició un déficit de tan sólo 2,796 millones de dólares (md) en los primeros cinco meses del año. Esto no tiene porqué cambiar mucho en el corto plazo, no por lo menos mientras podamos sostener el volumen de las exportaciones de petróleo en montos similares a los actuales.
Finalmente, la apreciación del peso en lo que va del año, que dicho sea de paso, es de las más pequeñas entre las monedas cuyo precio se determina libremente en los mercados, se explica esencialmente por los ingresos petroleros y el diferencial de tasas de interés entre México y EU.
Esta fortaleza de nuestra moneda frente al dólar quizá continúe por un tiempo más, principalmente si persisten los altos precios del crudo y se mantiene o aumenta el diferencial de tasas de interés con EU.
Esto quiere decir que el precio del dólar podría bajar más, o sostenerse alrededor de los niveles actuales por varias semanas, y hasta meses. No obstante, nuestra divisa comenzará a perder terreno frente al dólar tan pronto empiecen a subir nuevamente las tasas de interés en EU.
En síntesis, el panorama económico fue razonablemente bueno en el primer semestre. Esto, sin embargo, no significa que hemos superado el peligro, ni que debemos caer en la complacencia, poniendo oídos sordos a las voces de alerta en cuanto a la posibilidad de que todavía se complique la situación económica en los próximos meses.