Tal como ocurrió en 1992, las elecciones presidenciales de 2008 se definirán en base al sentimiento del bolsillo de los norteamericanos.
Esto se percibe claramente en Estados Unidos ante una inminente recesión que habrá de convertirse en el tema central de las campañas electorales.
“La economía, estúpido”, fue la frase ya célebre que inventó James Carville, estratega de campaña de Bill Clinton, para recordar a los electores que la recesión era suficiente para votar en contra de la reelección de George Bush, padre.
Carville propuso dos frases más, una decía “Cambio contra más de lo mismo” y “No te olvides de la salud”.
Pero el slogan en inglés “The economy, stupid” fue el que pegó con tubo en la campaña de Clinton y que resultó la clave en el sorprendente triunfo del entonces joven ex gobernador de Arkansas.
Para evitar un descalabro político similar, el Gobierno de George W. Bush lanzó un poderoso plan financiero ante la recesión en puerta y cuyos efectos serán desastrosos no sólo para la economía yanqui sino también para los republicanos que ambicionan extender su estancia en la Casa Blanca.
La propuesta de Bush de inyectar 146 mil millones de dólares a la economía a través de deducciones fiscales ya está en el Congreso, al tiempo que reportan un crecimiento de la economía de apenas el 0.6% durante el último trimestre de 2007.
Norteamérica no sufre una recesión profunda desde 1982, pero tuvo momentos muy difíciles a principios de los noventa y en 2001 a raíz de los atentados terroristas de Nueva York y Washington.
Pese a que técnicamente no ha llegado la recesión, miles de familias han perdido sus casas por la crisis de hipotecas y miles más han visto desplomar sus ingresos ante la caída en el sector de la construcción, los bienes raíces, el turismo y el comercio.
Millones de hogares sufren una real recesión desde hace un par de años cuando inició la escalada en las tasas de interés y el disparo en los precios de los combustibles.
Ya lo dijimos aquí en una ocasión: es imposible para Estados Unidos mantener su estabilidad económica ante los elevados costos de gasolinas y otros energéticos. Es como correr un vehículo a alta velocidad con una llanta ponchada.
Para algunos analistas la bonanza economía mundial de los últimos años fue en buena parte ficticia y gracias a esta recesión las aguas tomarán su cauce natural.
Economías como la china y otras asiáticas que han crecido a tasas extraordinarias tendrán que ajustarse y sufrir la fuerte sacudida de Estados Unidos que afectará a Europa y a países como México y Canadá, cuyas economías están íntimamente ligadas.
Pero tampoco hay que hundirse en el pesimismo ni echarse a invernar por la parálisis económica que se vivirá en los próximos meses en el mundo entero.
Las recesiones han existido y existirán siempre. Son parte del ciclo económico de un país y sirven para ajustar desequilibrios. México cayó en un terrible bache en 1994 luego de la borrachera salinista y resurgió un par de años después con una fuerza inusitada.
En Estados Unidos el ingrediente extra que conlleva la recesión será el político.
Si la caída económica se profundiza los más favorecidos serán los demócratas, en primer lugar Hillary Clinton porque la economía floreció en tiempos de su esposo y le seguirá Barack Obama, cuyas propuestas de cambio levantarán nuevas esperanzas.
Entre los republicanos el más favorecido será John McCain, cuyo perfil conservador atraerá a aquellos votantes que sueñan con una nueva era al estilo Reagan.
“La economía, estúpido”, y no la guerra de Irak ni la salud como tampoco la inmigración, será entonces lo que decidirá la carrera por la Casa Blanca en este incierto 2008.
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