Para lograr educar continua y permanentemente al ser humano, es necesario que la estructuración de nuestra pedagogía busque satisfacer las necesidades del hombre ya como un trabajador, en un mundo laboral extraordinariamente complejo y dinámico, reconociéndole como insuficientemente instruido y carente de una calificación profesional que le permita ocupar mejores empleos; empleos que exigen fundamentos técnicos más avanzados, especializados y con una serie de conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes que antes no se le exigían.
Para alcanzar una importante promoción y reconocimiento social, la educación no debe abandonar al hombre a la salida de la escuela, debe acompañarlo a lo largo de su existencia.
De lo anterior surge la necesidad de implementar sistemas que desarrollen una educación continua, permanente, que potencie las capacidades de los sujetos, preparándoles para enfrentar las variadas situaciones que le pueden surgir cada día, en lugar de transmitirle conocimientos cada vez más específicos, cuyo período de validez y pertinencia es imposible prever.
A este respecto, es fundamental la opinión que externó la Comisión Delors de la UNESCO, en su capítulo V relativo a La educación a lo largo de la vida (Delors Jaques. La educación encierra un tesoro, informe a la UNESCO sobre la educación para el siglo XXI, ed. UNESCO, México, 1996):
“La educación ocupa un lugar cada vez más importante en la vida de los individuos, a medida que aumenta su función en la dinámica de las sociedades modernas”.
Este fenómeno tiene diversas causas. La división tradicional de la existencia en períodos claramente separados (la infancia y la juventud dedicadas a la educación escolar, la edad adulta, consagrada a la actividad profesional y al período de jubilación) ha dejado de corresponder a las realidades de la vida contemporánea y se ajusta aun menos a los imperativos del futuro.
Nadie puede hoy esperar que el acervo inicial de conocimientos construidos y constituidos en la juventud, basten para toda la vida; pues la rápida evolución del mundo exige una actualización permanente del saber, en un momento en que la educación básica de los jóvenes tiende a prolongarse.
Por otra parte, el acortamiento del período de actividad profesional, la disminución del volumen total de horas de trabajo remuneradas y la prolongación de la vida después de la jubilación aumentan el tiempo disponible para otras actividades.
Es indispensable reflexionar acerca de la distinción tradicional entre educación básica y educación permanente. Para adaptarse realmente a las necesidades de las sociedades modernas, la educación permanente no puede ya definirse por referencia a un período particular de la vida o a una finalidad demasiado circunscrita.
En lo sucesivo, el período de aprendizaje tiende a cubrir toda la vida y cada tipo de conocimiento invade el ámbito de los demás y los enriquece.
En el siglo XXI la educación, debido a la misión que se le ha asignado y a las múltiples formas que puede adoptar, abarca desde la infancia hasta el final de la vida. “La educación a lo largo de la vida no es un ideal lejano sino una realidad que tiende cada vez más a materializarse en el ámbito complejo de la educación” (J. Delors, 1996)
Para organizar este proceso, es necesario dejar de considerar que las diversas formas de enseñanza y aprendizaje son independientes, y apreciar en cambio, que están imbricadas y son además recurrentes y en constante evolución; tratar de realzar el carácter complementario de los ámbitos y los períodos de la educación moderna, es hoy fundamental.
El adelanto científico y tecnológico y la transformación del proceso de producción en aras de una mayor competitividad han determinado que los saberes y las técnicas de cada individuo, adquiridos durante la formación inicial, pierdan rápidamente vigencia y se acentúa la necesidad de desarrollar la capacitación profesional permanente. En el caso de los docentes esto no es la excepción, toda vez que los formadores de sujetos que habrán de enfrentar estos adelantos son precisamente los sujetos-docentes.
La formación permanente responde, en gran medida, a un imperativo de orden económico y permite a la empresa dotarse de personal con las mejores aptitudes, necesarias para mantener el empleo y reforzar su competitividad. Por otra parte, brinda a los individuos la oportunidad de actualizar sus conocimientos y vislumbrar posibilidades de ascenso.
Aunque en términos de la formación permanente del profesorado, la situación no obedezca necesariamente a un orden de tipo económico, la actualización, capacitación y superación pedagógica, si les pertrecha de mayores indicadores de competitividad y de amplias posibilidades de ascenso.
La educación a lo largo de la vida, va aun más lejos: Debe dar a cada individuo la capacidad de dirigir su destino en un mundo en que la aceleración del cambio, acompañada del fenómeno de globalización, tiende a transformar radicalmente al empleo y su carácter continuo ha de brindar a cada cual los medios para alcanzar un mejor equilibrio entre trabajo y aprendizaje, sobre todo para el ejercicio de una ciudadanía activa.
Si bien entraña la repetición o imitación de gestos y prácticas, es también un procedimiento de apropiación singular y de creación personal. Combina el conocimiento formal y no formal, el desarrollo de aptitudes innatas y la adquisición de nuevas competencias.
Así como el tiempo consagrado a la educación se prolonga durante toda la vida, los espacios educativos y las ocasiones de aprendizaje tienden a multiplicarse. Nuestro entorno educativo se diversifica y la educación rebasa los sistemas escolares y se enriquece con la contribución de otros muchos factores sociales.
Como puede observarse, es necesario ahora, prepararnos para una educación de por vida, estimado lector ¿está Usted listo o preparándose para ello?
Agradezco sus comentarios a:
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