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La educación que reciben

EL COMENTARIO DE HOY

Francisco Amparán

En días pasados tuvimos dos muestras patentes del nivel que tiene no sólo la educación, sino los encargados de impartirla en este país. Y que demuestran el porqué estamos en el hoyo y siempre salimos últimos en cuanto a calidad escolar en las encuestas de la OCDE. Y por qué los resultados de las evaluaciones nacionales nos muestran un país de reprobados. Es cuestión de ver lo que piensan y hacen quienes tienen en sus manos el desarrollo intelectual y humano de niños y jóvenes.

A nivel local, nos encontramos con que en una carretera muy transitada se instalaron docenas de reductores de velocidad, mejor conocidos entre la raza como “bordos”. Éstos se hallaban enfrente de un par de instituciones educativas, y debajo de un paso peatonal. Según las sabias autoridades de esos centros del saber y la modernidad, hubo que tomar tan drásticas medidas (arruinar suspensiones, coartar la fluidez del tráfico) porque los vehículos circulaban a gran velocidad y los muchachos no usaban el puente peatonal. Luego de sesudas discusiones, se llegó a la salomónica decisión de retirar algunos bordos, y considerar la instalación de una malla ciclónica para que los chicos usen el puente peatonal.

Perdón, pero ¿qué no se supone que educar es enseñar lo que representa el comportamiento civilizado? ¿Esos estudiantes son animalitos sin cerebro que no entienden que deben usar el puente por su propia seguridad? ¿Se puede decir que alguien está siendo educado, si la lección que se le imparte es que se puede fastidiar a los demás (los automovilistas) con tal de no hacer lo que se debe (cruzar por el puente)? ¿Ésos son los valores que se les enseñan? Pues entonces estamos lucidos; y pueden estar seguros que esos jóvenes seguirán en el Tercer Mundo: es para lo que se les está preparando.

Mientras tanto, en la capital, los maestros del Estado de Morelos, que no habían dado una hora de clase en cuatro semanas que llevaba el período lectivo, marcharon (otra vez, fastidiando a inocentes que no tienen vela en ese entierro) para demandar que no se les evalúe, y recuperar la posibilidad de vender o heredar su plaza como mentores. En un país civilizado, tales demandas serían respondidas con la remisión de todos los manifestantes al manicomio. Aquí hasta se les toma en serio.

Resistirse a ser evaluado es el reconocimiento más patente que puede haber de la propia mediocridad, de la conciencia de que mi trabajo no sirve. Y claro, vender o heredar un puesto público pagado por nuestros impuestos no es un logro sindical: es un fuero feudal, contrario a las ideas del liberalismo que cambiaron el mundo hace dos siglos; a Juárez, seguro, la noción le provocaría un patatús. ¿Heredar un puesto, como si fuera la Edad Media? ¿Y si el hijo es idiota, pederasta o simplemente no tiene vocación? ¡No importa! ¡Es un logro sindical, que nos regaló el PRI para que votáramos como manada de bestias sin libertad ni conciencia!

En esas manos están nuestros niños. Y por eso ellos vivirán en un México peor que el actual. Digo, los productos de ese sistema educativo son los que lo van a conducir…

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