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La estrecha conciencia

Relatos de andar y ver

Ernesto Ramos Cobo

Es un bombardeo. Todo ahora es un bombardeo. Sobre el tema se ha derramado tinta en exceso, más vale la pena insistir, volver a la cuestión, tal vez buscando el acomodo que nos permita regresar a un algo ya perdido. Me refiero al bombardeo de los impulsos. Al bombardeo de las interrupciones: el teléfono incesante, la tentación del programa en turno, aquel mensaje esperado de correo electrónico, el depósito urgente, o la ventanita del messanger que se abre preguntando, ¿Cómo estás?, carajo, si supieran cómo estoy.., y de pronto no sabemos si balbuceamos... y nos ponemos a hacer otra cosa, sin tiempo para buscar el remanso, ese claro de agua quieta que sigue a las curvas de espuma, y donde se puede flotar tranquilo viendo desde la roca al cielo.

Pero el trabajo impera y ganar el pan tiene su precio. El correo electrónico es implacable y los requerimientos de aquellos terceros no pueden esperar. Se precisa reaccionar pronto ante el latente riesgo del reemplazo, ante una competencia que cada vez toca la puerta con más fuerza. Entonces la encrucijada es el drama que acompaña a las caras largas. Drama que se magnifica, permea, y obliga a encontrar defensas contra los impulsos que atolondran la cabeza con golpes de mazo. Las mesas del Sanborn’s comienzan a llenarse de libros de pronto: siete hábitos de la gente realmente eficiente; how to get things done; la vida zen. Son las claves sagradas para hacer las cosas. Ser eficiente en todos los aspectos. Estabilidad y orden para lograr la calma. Respirar hondo. Limpiar el escritorio. Hacer una lista de las cosas más importantes y empezar con ellas. Identificar las mejores horas y dedicarlas a las acciones de mayor sustancia. Comprar una caja de post-it, y probablemente un calendario con marcadores de distintos colores.

Entonces la mañana siguiente ya estamos ordenaditos y peinaditos tras el escritorio, tratando de sacarle todo el jugo a la vida. Buscando ser el mistereficiencia pragmático sumum por excelencia, para que no quede lugar a dudas. Incluso ya nos metimos a clases de yoga con una maestra de buen ver, y cerramos quietamente los ojos con respiración pausada, de yogui consumado, pero con el ojo en la vecina de tapete, la de las mallas ajustadas, que tiene aún mejor ver, y los impulsos dondequiera; carajo. Pero no importa. Al fin de cuentas nos bañamos enjundiosos como en anuncio de jabón zest, y salimos energetizados, pidiendo un jugo multi-vitamínico claro está, porque las zanahorias son óptimas para afrontar el combate.

Así que la calma es incluso un bombardeo asociado con la evasión, pero tal vez no importa, al fin y al cabo ya estamos peinaditos y enjundiosos haciendo llamadas, como el sumum misereficiencia pragmático del que he hecho referencia, con las claves de la Biblia para el control interno y de lo que nos rodea, donde moviéndonos durante el día somos un balanceo de brazos prestos, y lo que hagamos bien se reflejará en equilibrio y unos cuantos pesos más en la chequera, y así todo el día, hasta caer la noche de sábanas húmedas en las que despertaremos mañana, hacia un mundo también de prisas y de retos, inmediato, y de remansos cada vez más imposibles.

ramoscobo@hotmail.com

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