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La expropiación

Jaque mate

Sergio Sarmiento

“Ha llegado el momento de expropiar a los

expropiadores”.

Inspirado por Carlos Marx

Pocos mitos son tan poderosos en el imaginario mexicano como la expropiación petrolera. Setenta años de adoctrinamiento en las escuelas han creado la imagen de un presidente heroico que, al enfrentarse a las poderosas empresas petroleras extranjeras, sentó el 18 de marzo de 1938 las bases de un nuevo México de dignidad y prosperidad. El mito tiene una parte emotiva especial: la de aquellas mujeres campesinas que ofrecieron sus gallinas al general Lázaro Cárdenas para ayudar a pagar la deuda petrolera.

Es tan fuerte el mito que hoy todos los políticos quieren aprovecharlo para su beneficio. El presidente Felipe Calderón llevará a cabo este 18 de marzo un acto oficial en Tabasco para recordar la importancia histórica del acto y quizá para develar su propuesta de reforma energética. Andrés Manuel López Obrador hará un mitin en el Zócalo de la Ciudad de México para luchar en contra del “intento del Gobierno espurio para entregar nuestro petróleo a las empresas extranjeras”. Los priistas nos recuerdan que Lázaro Cárdenas fue un miembro distinguido de su partido y que la expropiación se llevó a cabo en los tiempos del PRI (o cuando menos de un predecesor del PRI).

Andrés Manuel López Obrador utiliza el mito para tildar de traidores a la patria a quienes quieren permitir los contratos de riesgo o cualquier otro tipo de inversión privada en la industria petrolera. Omite decir que Lázaro Cárdenas, a quien alaba constantemente, sí permitió los contratos de riesgo y las coinversiones con empresas privadas después de la expropiación. De hecho, tuvo que venir un presidente conservador, Adolfo Ruiz Cortines, en los años cincuenta para prohibir esas formas de inversión privada en la industria petrolera. El presidente Calderón, a su vez, recurre al mito para darle legitimidad a un régimen que en realidad es enemigo de muchas de las ideas que en su tiempo promovió al general Cárdenas.

Las circunstancias que llevaron a Cárdenas a expropiar el petróleo están atadas, por supuesto, a aquel momento en nuestra historia. El presidente aprovechó una disputa laboral, y el rechazo de las empresas petroleras a acatar un fallo de la Suprema Corte de Justicia (sí, AMLO, un desacato), como excusa para tomar las instalaciones de la industria petrolera. Pero la Constitución de 1917 ya había establecido muchos años antes que los recursos del subsuelo son originalmente propiedad de la nación.

De hecho, en todos los países que conozco se acepta que la nación, el pueblo o los habitantes de un determinado estado o provincia son los dueños de los recursos en el subsuelo. Incluso en los Estados Unidos, ese paraíso del capitalismo, la propiedad social original de los hidrocarburos no se cuestiona. Sólo que ni en la Unión Americana ni en Canadá ni en casi ningún país del mundo se ha mantenido un monopolio como el que tenemos nosotros en Pemex.

Los ciudadanos de esos países han sido más inteligentes que nuestros políticos. Se han reservado la propiedad de los hidrocarburos, pero han permitido que empresas privadas inviertan y compitan entre sí, entregando una regalía a los gobernados. De esta manera, todo el riesgo de la exploración y explotación lo llevan las empresas y los ciudadanos una parte importante del beneficio.

Con el monopolio de Pemex, nuestros políticos han jugado constantemente contra los intereses del pueblo mexicano. Los gobernados hemos tenido que pagar todos los costos del monopolio: mal servicio, gastos excesivos, corrupción, falta de visión de largo plazo, saqueo de la riqueza nacional. Pero además hemos sido nosotros los que hemos corrido con todos los riesgos de la operación. Es el peor de los mundos posibles. Da un poco la impresión de que los políticos que insisten en mantener el monopolio quisieran hacerle el mayor daño posible a la nación mexicana.

El mito de la expropiación petrolera tiene muchos seguidores. Las encuestas de opinión nos revelan que más de la mitad de los mexicanos quieren mantener el monopolio de Pemex. Quizá no se dan cuenta de lo que esto significa, ya que cuando se proporciona mayor información sobre los costos que éste tiene para el país la actitud cambia. Sin embargo, las décadas de adoctrinamiento no han pasado en vano.

Hoy vemos como se forjan, a la sombra del mito, alianzas entre políticos que antes habríamos pensado imposibles de unir en una causa. Manuel Bartlett y Andrés Manuel López Obrador luchan por un mismo propósito. Según ellos quieren preservar una riqueza de los mexicanos. Pero lo único que están logrando es mantener un monopolio que daña tremendamente la prosperidad y la soberanía de nuestra nación.

TRAIDOR A LA PATRIA

“El petróleo debe seguir siendo un buen negocio en beneficio de los mexicanos; claro está que bien administrado y explotado con racionalidad. Pero tampoco deberíamos descartar que inversionistas nacionales, mediante mecanismos transparentes de asociación entre el sector público y el privado, participen en la expansión y la modernización del sector energético o actividades relacionadas, siempre y cuando lo permitan las normas constitucionales.” ¿Quién fue el “traidor a la patria” que escribió estas líneas? ¿Quién se atreve a promover alianzas entre el sector público y el privado en materia de petróleo? Se llama Andrés Manuel López Obrador. Esta frase se encuentra en su Proyecto alternativo de nación (Editorial Grijalbo, 2004).

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