Es muy conocido el señalamiento de Jesús Reyes Heroles de que “En política, la forma es fondo.” En esta época algo parecido puede aplicarse también a la política económica, ya que resulta muy importante lo que se dice y hace, pero también cómo se dice y se hace. Sirva de ejemplo la política monetaria.
Su manejo ha evolucionado desde principios del siglo pasado, cuando prevalecía el sigilo y la falta de comunicación para explicar los objetivos e instrumentos utilizados en la aplicación de dicha política.
Al respecto, Ben Bernanke, actual Presidente de la Reserva Federal (Fed) en Estados Unidos (EU), recordó en un discurso a fines del año pasado la anécdota que atribuye a Montagu Norman, Gobernador del Banco de Inglaterra (BI) de 1921 a 1944, haber adoptado como lema personal la expresión: “Nunca explicar, nunca ofrecer disculpas.”
Esta cerrazón, sin embargo, cedió su lugar a una mayor apertura y transparencia con la que muchos bancos centrales del mundo, incluidos la Fed y el BI, se esfuerzan ahora por comunicar sus propósitos y las herramientas que utilizan para cumplir su misión.
De esta forma, durante las tres últimas décadas del siglo pasado casi todos los bancos centrales emprendieron campañas para divulgar sus decisiones de política monetaria.
En nuestro país, este proceso cobró relevancia en 1994, cuando se le otorgó la autonomía al Banco de México (Banxico), cuya Ley en su artículo 51 establece, por ejemplo, la obligación de presentar anualmente en septiembre al Ejecutivo Federal y al Congreso de la Unión un informe sobre la ejecución de la política monetaria en el primer semestre del año. Además, Banxico publica por iniciativa propia a partir de 2000 informes trimestrales sobre la inflación.
Como lo señala reiteradamente en esos informes, Banxico tiene, por mandato constitucional, la encomienda prioritaria de procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional. Dicho de otra manera, su objetivo principal es mantener la inflación bajo control.
Un objetivo prácticamente igual al de Banxico tiene el Banco Central Europeo (BCE), cuya tarea principal es mantener el poder adquisitivo del euro y, en consecuencia, la estabilidad de precios en la Eurozona. El BI, por su parte, tiene dos propósitos esenciales: la estabilidad monetaria y la estabilidad financiera.
La Fed, por su parte, tiene un mandato dual de promover las metas de un empleo máximo y precios estables. A estos se agrega un tercer objetivo, del cual se habla ahora muy poco, consistente en promover también tasas de interés moderadas de largo plazo.
En un momento dado, estos objetivos pueden entrar en conflicto, por lo que la Fed enfatiza siempre en sus comunicados la necesidad de lograr un equilibrio entre el estímulo al crecimiento, para maximizar el empleo, y el control de la inflación, para mantener estables los precios.
Sin embargo, como lo señalé, Banxico, el BCE, y el BI tienen como prioridad el combate a la inflación, sin otros objetivos contrapuestos, por lo que sus esfuerzos de comunicación tendrían que alinearse con el objetivo principal.
Esto lo hacen los bancos mencionados, excepto Banxico. En efecto, el BCE publica sus decisiones de política monetaria informando en un comunicado la modificación o no de las tasas de interés de referencia. En una conferencia de prensa posterior, el Presidente del BCE hace una declaración introductoria, donde lo primero que trata es el comportamiento de la inflación.
Al respecto, Jean-Claude Trichet, Presidente del BCE, ante las presiones de varios gobiernos para que el BCE tuviera también en cuenta el crecimiento a la hora de decidir su política monetaria, aclaró recientemente que: “el banco tiene que fijar las tasas de interés con el único objetivo de mantener la estabilidad monetaria.”
En el caso del BI el comunicado respectivo informa la decisión de política monetaria adoptada y la explica a la luz del comportamiento de la inflación. El balance de riesgos que se analiza es en relación únicamente con las perspectivas inflacionarias de mediano y largo plazo, sin mezclarlas con las preocupaciones sobre el crecimiento o el empleo.
En contraste, la redacción y el contenido de los anuncios de la Junta de Gobierno de Banxico se asemejan más a los comunicados de la Fed, que a la de sus contrapartes europeas, a pesar de que su mandato es equivalente al de ellas.
Esos comunicados comienzan siempre con una referencia a la situación económica general. Es hasta después que se comenta el comportamiento de la inflación y se anuncia la decisión de política monetaria.
Esta mecánica tiende a transmitir la idea de que la institución está preocupada igualmente por el crecimiento económico y por la inflación, cuando su única tarea es el control de esta última.
Esto ha ocasionado que muchos analistas, como lo comenté en mi columna del 30 de abril pasado, hablen del “dilema” de Banxico porque consideran que toma sus decisiones ponderando con igual peso su impacto sobre el crecimiento y sobre los precios. Esto los lleva a prever, a pesar de que hay una clara tendencia alcista de la inflación, que nuestro banco central disminuirá las tasas de interés en el futuro próximo.
La política monetaria no opera en el vacío, por lo que tiene que tomar en cuenta el entorno económico que condiciona y reacciona a esa política. Pero una cosa es reconocer esa realidad y otra es enviar la señal de que también es tarea de Banxico estimular el crecimiento económico.
En consecuencia, es recomendable que nuestro banco central deje su lenguaje ambiguo para no confundir más a los agentes económicos. Esto requiere de un cambio en la forma de sus anuncios sobre política monetaria, que enfaticen sin dejar lugar a dud