En la vida, uno se cruza con muchos tipos de gente. Algunas de ellas, sólo por breves instantes y otras por muchos años.
Uno se enriquece al contacto con aquellas gentes que tienen algo que aportar en nuestras vidas. Otras en cambio, nos dejan la profunda certeza de no querer volver a encontrarnos con ellas.
Mario Benedetti, tiene al respecto una serie de pensamientos que son grandes verdades y precisamente hoy quiero bordar sobre esas reflexiones del poeta uruguayo.
De manera especial, me gustan sus poemas: “Te quiero”, “Hagamos un trato”; y “Una mujer desnuda y en lo oscuro”.
Pero, como comento, en esta ocasión me voy a concentrar en sus reflexiones sobre la gente, porque esa gente lo mismo puede estar en Montevideo, que en París o en Torreón.
“Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y lo hace. La gente que cultiva sus sueños, hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad”.
Es esa gente que sabe lo que quiere, que tiene claro su camino en esta vida y vibra al impulso de sus propias emociones.
La que toda su vida tiene sueños, no simples deseos o caprichos; y además, va por la vida en busca de su realización. La que los da por hecho, aunque todos le digan que ése es un sueño imposible.
La que sabe que en la vida no hay nada imposible, sólo lo irremediable, pero que se mueve sobre hechos consumados. Nunca desiste de un sueño, porque cree firmemente en su realización.
“Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien se permite huir de los consejos sensatos dejando las soluciones en manos de nuestro padre Dios”.
Lo común es que no nos enseñen a asumir las consecuencias de nuestros actos y por eso, acostumbremos culpar a otros de sus consecuencias y aun de nuestros errores.
Tememos al cambio, nos gusta más la comodidad de lo seguro que lo que puede traernos un riesgo determinado. No arriesgamos, ni solemos dar pasos al vacío confiando en la protección Divina. Preferimos los caminos seguros que otros han recorrido, antes que adentrarnos en aquéllos por los que nadie ha transitado, aunque éstos sean más interesantes o atrayentes.
“Me gusta la gente que es justa con su gente y consigo misma, la gente que agradece el nuevo día, las cosas buenas que existen en su vida, que vive cada hora con buen ánimo dando lo mejor de sí, agradeciendo de estar vivo, de poder regalar sonrisas, de ofrecer sus manos y ayudar generosamente sin esperar nada a cambio”.
Aunque se supone que el sentido de justicia en innato en nosotros, pocas veces somos justos con la gente y ni aun con nosotros mismos. Les escatimamos a los demás lo que legítimamente les pertenece y a veces somos miserables e injustos con nosotros mismos.
Vivimos pensando en lo que no tenemos sin justipreciar aquello que ya poseemos. El solo hecho de vivir un nuevo día es un regalo divino que rara vez agradecemos.
Nada nos cuesta y sin embargo, poco lo hacemos, el regalar a todos los que cruzan por nuestro camino una simple sonrisa. De ser capaces de prestar ayuda en vez de que seamos nosotros los que la solicitemos. Otras veces prestamos la ayuda esperando una retribución a cambio.
“Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme. La gente que tiene tacto. A ésos los llamo mis amigos”.
Somos dados a criticar, pero sin proponer algo a cambio. Y no se diga cuando se trata de acciones de gobierno. Por lo común nuestras críticas son hirientes y por lo bajo. No acostumbramos decir las cosas de frente, para que el otro tenga oportunidad de defenderse.
Por eso aprecio a mis amigos, porque cuando me critican lo hacen en ánimo de que me supere, de que sea mejor. Por eso son mis amigos.
“Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría y la predica. La gente que mediante bromas nos enseña a concebir la vida con humor”.
Huyo de los amargados, de aquellos que son incapaces de reírse de una buena broma. Yo no concibo la vida sin humor. Creo que debemos de ser capaces de reírnos de nosotros mismos.
No me agrada la solemnidad, se me hace falsa, porque una cosa es tomar un asunto con seriedad y otra no ser capaz de verle el lado jocoso. Recordemos que este mundo no es serio.
En fin, esta es la gente que me gusta, la que me enriquece con su contacto cotidiano, La que es capaz de meter mano a la vida si ésta se deja. La que está consciente que nuestro paso por ella es tan breve que sólo hay una forma de transitarlo: De manera optimista, generosa y alegre.
Por lo demás, “Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano”.