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La gran marcha

Adela Celorio

“Lo que nos pasa no es sólo problema de las autoridades, también tiene que ver con nosotros como ciudadanos”. “No me creo el discurso político, no habrá cambio sin nosotros”. Así lo declaró Isabel Miranda, quien a pesar de las eventuales obstrucciones de la Policía, ha conseguido atrapar por su cuenta a cinco de los asesinos de su hijo, secuestrado el 12 de julio de 2005. “Disfrazada, con pelucas y almohadillas, haciendo seguimientos, comprando voluntades…” confiesa esta valiente mujer que en 2006, tuvo la osadía de colgar, en algunas de las vías más importantes de del DF, espectaculares fotografías de dos miembros de la banda que secuestró a su hijo, con la leyenda: “secuestrador y asesino”.

“Nosotros hicimos el trabajo. Algunos funcionarios me han ayudado, es cierto. Pero la Policía no ha hecho nada”. Como esta Madre Coraje, ha habido algunos otros -pocos- que han gritado ¡YA BASTA! Hoy escuchamos el grito adolorido del señor “Martí, a quien secuestraron y asesinaron a un hijo adolescente. “Si no pueden que renuncien” exige Martí; y Marcelo Ebrard con todo el aspecto de que le aprietan los calcetines, responde: “Para juzgar, tienen primero que saber lo que estamos haciendo, no se puede juzgar sin saber”.

Y yo desde aquí le respondo a Don Marcelo, que los ciudadanos juzgamos por los resultados obtenidos: inseguridad y miedo, difícilmente hay alguien aquí que no haya sufrido el atropello de la delincuencia. Con esos resultados, queda claro que cualquier cosa que estén haciendo, la están haciendo muy mal. Desgraciadamente, la mayoría callamos o huimos por temor a las represalias, por no saber con exactitud si el enemigo se encuentra fuera o dentro de la misma Policía, o porque lo aconsejable es callar para no poner en riesgo la vida del secuestrado.

Y si la mayoría no nos atrevemos a gritar ¡YA BASTA!, es por lo menos fundamental respaldar a quienes se atreven a levantar la voz para exigir unos derechos ciudadanos que a juzgar por los resultados, están al revés. Y cómo podría no ser así, si quienes debieran protegernos son los mismos que cometen los ilícitos, para después, sonrientes, burlarse de la gente desde sus posiciones de poder, como el gober Marín y tantos otros que todos conocemos… Entiendo que el desplome moral que sufrimos ahora, tuvo sus orígenes en los 71 años de oscuridad, en los que, los no emparentados ni acompadrados; tuvimos que soportar un régimen de ajo y agua (ya saben: a jod... y a aguantarse calladitos).

Entiendo también que sólo podremos remediar la vergonzosa corrupción desde el ejemplo, desde las aulas, desde la justicia social, desde las leyes y la autoridad moral de quienes deben hacerlas cumplir. Sabemos que es difícil detectar a quienes se mueven en la sombra, pero los más grandes generadores de la delincuencia, son los des-carados, aquellos que en lugar de taparse la cara por vergüenza, la muestran sonriente y des-vergonzada. El mensaje implícito es: somos indestructibles y ni el mismo presidente puede hacer nada contra nosotros.

“La marcha del sábado estuvo organizada por la derecha y nutrida por la clase media” -dijo en tono despectivo algún comentarista que ignora seguramente, que lo deseable sería que el nuestro -como todo país desarrollado- estuviera formado por una gran clase media con -por lo menos- una educación media que nos permitiera responsabilizarnos de nuestra ciudadanía. Y volviendo a la gran marcha, era sábado por la tarde y aunque la lluvia amenazaba, mucho antes de la hora señalada los primeros contingentes habían empezado a iluminar el camino. Nuestra Constitución consagra el derecho que tiene todo ciudadano de buscar la felicidad; aunque de momento nos conformaríamos con una elemental seguridad.

adelace2@prodigy.net.mx

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