A veces uno se pregunta si algunas de las nuevas instituciones del Estado mexicano, que se supone creadas para mejorar a la Patria, no fueron hechas más bien para hacernos piedra el hígado, matarnos más temprano, y ahorrarse la broncota de los sistemas de pensiones.
Y es que pareciera que el funcionamiento de esas instituciones sólo sirve para que concluyamos que este país no tiene remedio. Y que se esfuerzan por demostrar lo inútiles que han sido para su propósito original.
En ésas anda el IFE, el que años atrás fuera orgullo del país. Y que ahora sólo sirve básicamente como emblema y símbolo de cómo los glotones, irresponsables partidos políticos mexicanos, son capaces de todo con tal de preservar sus privilegios… y no para buscar el bien de los ciudadanos.
Víctima de las venganzas del PRD y el PRI, y de la pazguatez, mediocridad y abulia del PAN, el IFE ciudadano se convirtió en una entidad sin dientes ni fuerza para aguantar las presiones de las pandillas de vividores que ponen el interés partidista (y el presupuesto) por encima de cualquier otra consideración. Ahora el IFE sólo da origen a noticias francamente patéticas.
De otra forma, el IFAI (Instituto Federal de Acceso a la Información) nos nutre cotidianamente con información que ponen a prueba la paciencia y el sentido de la indignación del más pintado. Baste un botón reciente como muestra de lo bueno que podemos sacar del IFAI… y para lo que sirve.
Un diario de la capital solicitó datos, vía el IFAI, de cuánto ganaba en Pemex el líder petrolero Carlos Romero Deschamps, al que se le conocen condominios en Cancún, residencias en varios puntos del país y un yate que no hundiría el vil témpano que hizo célebre al Titanic. El IFAI respondió que, entre sueldo, prestaciones, apoyo a la despensa (¡!) y demás, el sobrio líder cobraba en nuestra (porque es nuestra, ¿recuerdan?) desastrada paraestatal unos 11,000 pesos mensuales. Eso es lo que gana el pobrecito.
El señor Romero ha de ser muy frugal, por lo mucho que le rinde tan humilde salario. Luego de ser retratado en el aeropuerto, regresando con su familia de unas breves vacaciones a Las Vegas, portando un reloj cuyo precio anda por ahí de los 450,000 pesos, decidió ser más austero. Así que la semana pasada fue retratado de nuevo, mientras conversaba con el gobernador de Tamaulipas, pero ahora con un cronómetro que apenas anda en $18,000… dólares. Y cuando vio que el fotógrafo lo tenía en la mira, posó para presumirlo, el muy cínico.
En un país civilizado, estos datos crearían universal indignación, y una investigación de padre y señor mío por parte del fisco. Pero en México no pasa nada. Hacienda exprime a los honrados, los delincuentes presumen sus bienes mal habidos, y una sarta de inútiles discuten qué hacer con Pemex… pero sin tocar a un sindicato mafioso en el que radica buena parte de sus males. Y así seguimos, y por eso estamos como estamos.