Pronósticos recientes hablan de un aumento en precios que no habíamos esperado. Para 2008 superará el 5%, por encima de las previsiones de 3%. Desde luego que esto en nada se asemeja a la desatada inflación que asoló a nuestro país en los años noventa y que alcanzó más del 180% destrozando patrimonios y lanzando a cientos de empresas a la quiebra. Ningún negocio legítimo podía aguantar tomar préstamos que exigían esa clase de intereses bancarios. Nuestros billetes casi llegaron a denominaciones de los Deutsche Mark de 1923.
La autonomía del Banco de México ha servido para frenar la presión inflacionaria. Ha impedido que el ansia de las autoridades por estimular la economía agudizara la situación. Se ha aislado el manejo monetario de los dictados de la Secretaría de Hacienda, antes tan frecuentes, cuando las decisiones de las finanzas públicas se tomaban en Los Pinos.
La defensa del poder adquisitivo del Peso dando confiabilidad a los esfuerzos nacionales hacia el desarrollo, ha sido durante los últimos años uno de los más importantes pilares de la solidez económica nacional protegiéndola de oscilaciones políticas. Preocupa el anuncio de que México esté viéndose afectado por la ola inflacionaria mundial que nos contagia desde Europa, Estados Unidos o Asia. Estados Unidos puede tener una inflación de 4.6% este año, Alemania espera 3.8%, China calcula 4.8% mientras que India acaba de admitir que este año los precios subirán más del 11%. Según Morgan Stanley, fuente de estos datos, cincuenta países están calculando inflaciones mayores al 10% este año.
El fenómeno inflacionario actual no proviene de un calentamiento de las economías nacionales. Por el contrario, la reducción de actividades industriales y financieras, reflejada en las consistentes bajas en las bolsas de todo el mundo, va confirmando, paradójicamente, que el aumento en los precios coincide con un estancamiento general.
Seguirán menudeando las explicaciones. Las inusitadas alzas del petróleo crudo y los incrementos en los precios de alimentos básicos, que devastan las economías de los pobres, bien pueden ser resultado de la conjunción de nuevas demandas que surgen de las dinámicas clases medias de algunos países “emergentes” particularmente de India y China que están privando a los mercados mundiales de las exportaciones de víveres que estos países antes realizaban.
La reconformación de los parámetros económicos mundiales se presenta en el escenario. La hipertrofia del sector servicios, que ha llegado a desplazar a las actividades primarias y manufactureras dentro de las cuentas macroeconómicas nacionales, se ha convertido en síntoma de un desajuste en la antes más sana, relación entre la producción física y los servicios que se adosan a ésta.
Un ejemplo está en la actividad logística cuya creciente participación en el mercado mundial encarece la distribución de los productos físicos que maneja. Las actividades publicitarias, que inicialmente se justificaban ampliando los mercados de los productos que promueven, ahora absorben exageradas proporciones del presupuesto de los productores que luego cargan sus costos al consumidor.
Los aumentos en los precios de los energéticos y de los alimentos básicos son sólo un reflejo parcial de una redefinición de equilibrios, ahora distorsionados, entre los costos de producción de artículos físicos y los de las actividades terciarias.
El fenómeno revela un movimiento tectónico hacia una revaloración de las actividades primarias que habrá de traducirse en mayores ingresos en las actividades agrícolas y un reajuste en las industriales.
El proceso apenas se inicia. Para México podría significar ampliar el horizonte de nuestros agricultores y pequeños industriales más necesitados. Dos sectores de los que suele decirse que no existe política.
Coyoacán, julio de 2008.
juliofelipefaesler@yahoo.com